Era tan joven como el sol que nace desde el este, pero en sus ojos hermosos, se le podía ver un pasado tan horrible y triste. Triste como el de las lágrimas que le asomaban en el rostro. Sus ojos eran hermosos de un color que cualquiera se enamoraría.
Un día al verlos llorar desconsolados, me dirigui a ellos, diciendo estas palabras:
Oh delicados ojos de cuyo color estoy enamorado, podeis nombrarme cada una de sus amarguras? Para así yo poder hacer algo, algo que les haga sentir mejor y así poder verlos con un poco de felicidad, puesto que veo que aun estando tristes me parecen hermoso, imagino que si están felices se verán aun mas hermosos.
Ella al oírme me miro y sin decirme nada se levantó y huyó. Huyó como despavorida, como si temiera que algo de mis palabras la lastimará.
Días más tardes me encontré nuevamente con ella y le dije:
Chica de hermosos ojos tristes, por qué al oír mis palabras cuyas fueron con tan lindas y puras intenciones a la vez, saliste corriendo?.
Ella me miró y note enseguida que en sus ojos de hermoso color ya no se veía la tristeza de aquel dia.
Usando palabras muy sencillas me dijo:
Joven de cuya voz no me puedo olvidar, joven de cuyas palabra que me traen paz, paz que no había encontrado en lugar alguno, corrí como despavorida por miedo.
¿Miedo?.
Le pregunté con un tono de asombro.
Enseguida me respondió:
Si.
Le pregunté por que tenia miedo o de que y ella me dijo:
Temí a enamorarme, enamorarme de esas palabras, palabras que por mas que quise no logre olvidar.
Quede completamente en silencio escuchandola y a la vez observaba su rostro que ya parecía totalmente distinto al de el primer día que la vi. Cuando terminó de hablar le dije:
Joven cuyo rostro ya no es el mismo, temías a enamorarte de mis palabras y ¿Por que de mis palabras?
Ella me miró y con tono dramático pero dulce me dijo:
Por que tu voz ya me había enamorado.