Ella pudo verlo en sus ojos mientras caía, toda esa ira... toda su culpa.
Estaba segura de que Clint nunca la perdonaría por lo que acaba de hacer y sabía que él jamás podría perdonarse a sí mismo por no haber podido evitarlo.
Odiaba que aquel fuera su último recuerdo juntos, deseaba que hubiera podido ser de otra manera, deseaba que, por lo menos, la persona a la que consideraba su hermano, su familia, no tuviera que verlo. Aún así, sabía que estaba haciendo lo correcto, no importaba lo que Clint pensara de él mismo en ese momento, no importaba el monstruo en el que creyó haberse convertido, porque Natasha sabía que ella había hecho cosas mucho peores y que, si debían de elegir quién de los dos moriría por gema, debía de ser ella.
No estaba segura de si la caída era mucho más alta de lo que ella pensaba, y la gravedad en ese planeta la hacia caer un poco más lento, o si debido a las circunstancias, y a la adrenalina en su cuerpo, su cerebro estaba procesando todo de una forma mucho más rápida de lo normal. Cualquiera que fue fuera el caso, ya no importaba, su destino era inevitable. Ya lo había aceptado, nunca le temió a la muerte, por lo que eso lo había hecho más sencillo. Lo único con lo que no podía era con la mirada de Clint, no quería que aquella mirada con unos ojos llenos de tristeza fueran lo último que viera en vida, así que dejó de verlo y dirigió su mirada al cielo frente a ella.
Fue extraño e inesperado, tal vez había comenzado a alucinar, nunca imaginó que eso pasara cuando una persona está frente a la muerte. No importaba la razón, agradecía que las imágenes frente a ella fueran tan vívidas que podría jurar que si intentaba alcanzarlas podría sentirlas. Vio a Laura, Cooper, Lila y al pequeño Nathaniel con una expresión que delataba tanto alegría como tristeza por igual, después vio al resto de sus amigos desaparecidos y finalmente a los que aún estaba con vida, vio a Thor, Bruce, Rhodey, Carol, Okoye, incluso tuvo una clara imagen de Rocket, enseguida Pepper y la pequeña Morgan aparecieron frente a ella, seguidas por Tony, Clint y... por alguna razón, la imagen que tenía de Steve se sentía mucho más real que el resto.
Pudo verla frente a ella, aquella sonrisa que siempre le transmitió una felicidad y una paz inexplicable, acompañada de un intenso color azul en sus pupilas. Esos eran los mismos ojos que había sido capaz de leer como a un libro abierto durante tantos años y los mismos frente a los que se había desnudado el alma en más de una ocasión... Eso fue lo último que logró ver antes de que la luz y su consciencia desaparecieran de un instante a otro.