Natasha recuperó la consciencia de una forma tan repentina que hubiera jurado haber sentido una descarga eléctrica a través de su cuerpo, pudo sentir el suelo contra su espalda y la tela mojada de su traje contra su piel. Los recuerdos de sus últimos momentos antes de haber sentido lo que estaba segura fue su muerte llegaron apenas un segundo después.
Estaba más que confundida al ver de nuevo el cielo del planeta Vormir frente a ella. Nebula había dicho algo sobre que aquel planeta era una especie de reino de la muerte y ella, por su parte, nunca había creído en las almas, en el cielo o en el infierno, pero sí que esperaba algo distinto a aquello. No sabía que había estado esperando, pero definitivamente no era el vagar por el resto de la eternidad en un planeta desolado.
Por su mente pasó la idea de qué tal vez ahora se convertiría en una especie de espectro o fantasma como el que les había dicho las condiciones para obtener la gema. Ante aquel pensamiento su mano instintivamente se posicionó en su pecho y se sorprendió al sentir su corazón latiendo dentro de su caja torácica. Eso logró confundirla aún más.
Aún se encontraba desorientada, pero logró ponerse de pie, dispuesta a encontrar respuestas. Se sorprendió al ver la inmensidad del lago de poca profundidad en el que se encontraba, pero hizo a un lado ese pensamiento y se dispuso a buscar la montaña de la que había caído antes, porque si quería respuestas, el único que podría decirle algo era aquel extraño hombre de piel roja con túnica.
Pasó su vista por todo el horizonte en busca de la montaña sin lograr encontrarla, estaba a punto de entrar en una discusión con ella misma para evaluar sus opciones y tomar una decisión cuando algo, o mejor dicho alguien más, llamó su atención a la distancia estando también dentro del lago como ella. No fue hasta que aquella figura se sentó sobre el suelo que Natasha pudo identificarla. Pudo sentir el golpe de su propio corazón con cada latido en su pecho mientras con pasos lentos y temblorosos avanzaba hacia él.
—¿Steve?
La voz había salido de los labios de Natasha apenas en un susurro temeroso, pero el silencio en aquel lugar era tan abrumador que incluso podía escuchar perfectamente las pequeñas gotas de agua caer de su cuerpo y reunirse nuevamente con el agua del lago.
—¿Natasha? —la mirada de Steve se encontró con la de Natasha a la distancia y su cuerpo pareció tomar sus propias decisiones por un momento, porque de un segundo a otro ya se encontraba corriendo hacia ella sin siquiera pensar en la situación—. Oh, gracias a Dios que estás bien —susurró el capitán en el cuello de la rusa—. Pensé que te había perdido para siempre... Creímos que habías muerto.
—Lo hice —le aseguró Natasha, aún manteniéndose aferrada al cuerpo del rubio—. Pude sentirlo... La muerte... —la mente de la espía trataba de procesar todo lo que estaba ocurriendo—. Steve, ¿acaso tú estás...? —incluso decir aquellas palabras era difícil para Romanoff, pero logró tranquilizarse al tomar una gran bocanada de aire antes de continuar hablando—. ¿Moriste? ¿Todos murieron?
—No, no... —negó Steve, tomando un poco de distancia entre su cuerpo y el de Natasha, poniendo sus manos sobre el rostro de ella—. Ganamos... Lo hicimos y todo fue gracias a ti. Clint nos dijo lo que hiciste para que él lograra conseguir la gema.
—Si lograron conseguir las gemas y llevar a todos de regreso, ¿qué es lo que haces aquí, Steve?
—Bruce dijo que debíamos de regresar las gemas a su tiempo o podríamos cambiar el destino de más de una realidad —explicó rápidamente Steve, omitiendo la parte científica del asunto y concentrándose en la mujer frente a él—. Regresé la gema del alma y el guardián dijo...
—Un alma por un alma... —susurró Natasha, interrumpiendo a Steve para repetir las palabras que el hombre les había dicho a ella y a Clint—. Al devolver la gema trajiste de regreso mi alma.
—No importa lo que hice o lo que no fui capaz de hacer, lo único que importa es que estás aquí, que tengo una segunda oportunidad y esta vez no pienso desperdiciarla... —respondió Steve, acercando su rostro al de Natasha hasta sentir su respiración contra sus labios y sin romper el contacto visual entre ellos—. Te amo —declaró antes de romper la distancia entre ellos y sentir sus labios sobre los de ella en un delicado beso que fue capaz de transmitir todo lo que las palabras jamás podrían—. Lo siento... Lamento tanto no haberme dado cuenta antes, o tal vez lo sabía, pero era demasiado cobarde como para admitir lo que sentía.
Natasha se vio obligada a besar nuevamente a Steve para que él dejara de hablar, a lo que el rubio no se resistió y correspondió el beso como si su vida dependiera de ello.
—Esta bien... —susurró Natasha aún sintiendo sus labios rozar los de Steve—. Hoy somos uno, no nos dimos cuenta y siempre lo fuimos.
Steve no pudo evitar sonreír ante la respuesta de Natasha, quería decirle tantas cosas, pero ese no era su tiempo ni su lugar, debían de regresar con el resto y explicarle todo lo que había pasado en su ausencia.
—Volvamos a casa...