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🍼 «De llantos, hermanos y dragones» 🍼

En teoría todo es sencillo y en la práctica... nadie recuerda la teoría.

Luhan no era tan tonto como para pensar que hacerse cargo de un bebé a tiempo completo sería igual de simple que entretener a la niña durante un corto rato, aunque jamás se le ocurrió que la tarea pudiera convertirse en una especie de deporte extremo. No tenía un pelo de atleta, mucho menos contaba con la artillería necesaria para hacer frente a una pequeña fiera de nueve meses y los berridos más potentes que hubiera escuchado alguna vez.

Se preguntaba dónde había quedado el angelito al que sólo el día anterior hubiera visto despertar y hacerse un ovillo entre los brazos de su padre, mientras el rubio la acunaba y susurraba cosas como tener el desayuno listo en cuestión de minutos. Seulgi pareció animarse al descubrir a la visita merodeando el apartamento, incluso dejó que el castaño la cargara y jugara con ella, convenciendo en el acto al indeciso padre que no le habría contratado de no congeniar con su hija.

El huracán que se revolvía entre sus brazos y amenazaba con dejarlo sordo al menor descuido, no podía ser la misma osita con la que hubiera pasado una de las mejores mañanas de su vida y lo peor era que Luhan desconocía el origen de su doloroso llanto. ¿Qué razón podría tener la niña para deshacerse en lágrimas a mitad de un juego? Había estado muy contenta apilando sus bloques, pero un instante de silencio bastó para detonar el Armagedón.

— Vamos, deja de llorar. O si vas a hacerlo, al menos tenme piedad y dame una pista. ¿Qué puedo hacer para contentarte?

La desesperación en su voz se asemejaba peligrosamente a la intensidad con que Seulgi chillaba y forcejaba, obligándolo a detener el paseo por el apartamento para concentrar sus esfuerzos en sujetarla y que una de sus patadas o los incesantes manoteos no fueran a lograr que terminara perdiendo el control. Sehun podría perdonar que no supiera hacer frente a un berrinche, pero seguro que no le iría tan bien si dejaba caer a su hija.

— Espera un momento — murmuró — ¿Todo esto es por él, cierto? Aguantaste este rato porque creías que papá volvería tan pronto como la última vez y cuando notaste que no sería así... pero es que me vas a matar de ternura.

Se aseguró de tenerla bien sujeta y cruzó el pasillo hasta la habitación del arquitecto, intentando no mirar en exceso al dejarse caer en la cama. Sehun dormía con dos enormes almohadas y un pequeño cojín que el castaño alcanzó sólo para entregárselo a la pequeña. Seulgi tardó apenas unos segundos en aspirar la fragancia que conocía mejor que ninguna persona, pues era la esencia de su papá la que le confortara e hiciera saber que ahí era dónde quería estar.

— Aprendí este truco cuando era niño. Mi hermano es para mí lo que Sehun para ti, así que cuando me sentía solo iba a su pieza y me abrazaba a lo primero que me recordara a él — le dijo Luhan, como si a la niña realmente fuera a interesarle cómo había sido su vida de joven.

Durante el instante de paz que la esencia de Sehun le hubiera conseguido, el castaño contempló a la pequeña que aferraba con fuerza el cojín, reparando en lo distinta que era a su papá. Su cabello era de un negro intenso y sus ojos tenían un tinte más bien marrón, los labios eran dos finos pliegues de carne rosada, pero...

— La misma nariz — apuntó Luhan, extendiendo la mano para alcanzar la punta con un dedo — Te han dado buenos genes, ¿eh?

La niña se lo quedó mirando, como si acabara de advertir algo familiar. Un segundo después, levantó la mano en dirección a su rostro y cuando el castaño se inclinó para que lo alcanzara, fue como si el pétalo de una flor se hubiera desprendido del tallo. Seulgi tenía el tacto más suave que hubiera sentido jamás y aunque los movimientos no eran cuidadosos, tampoco era molesto cuando su mano acariciaba sus labios, nariz, cejas y hasta la línea de sus pestañas.

Canguros y cangureras || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora