Si decides quedarte

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Sí decides quedarte

...

La habitación estaba en oscuridad, mi cuerpo yacía en aquella cama, que para mí fortuna aún tenía su perfume imprecando, su olor y recuerdo era lo único que poseía en ese momento, y en esta penosa situación solo podía pensar en lo tonta que soy. Efectivamente, mi historial no me renombra como la persona más fiel del mundo, pero vamos, yo que iba a saber que aquella chica desconocida y ebria me besaría y que iba a saber yo que algún idiota (que cuando sepa quien fue lo mataré) me tomaría una foto y esa foto llegaría a manos de mi novia, corrijo, a manos de mi ex novia. Había cambiado mucho, y lo había hecho por ella, quería ser mejor persona por ella, había dejado las fiestas salvajes todos los fines de semana para ser la persona ideal para ella.

Y no solo mi corazón está herido, mi orgullo también lo está, pues un jodido estorbo aprovecho la situación y ahora ella presume su nueva relación mientras a mí me carga la chingada.

El choque de la puerta de mi departamento hizo que diera un pequeño brinco, pero ni siquiera me ocupe en ver quien era, había dos personas que aparte de mí tenían la llave de mi departamento: mi ex, quien dudo mucho que haya venido a verme y...

— ¡SHIMMER! —de repente deje de sentir la sabana que anteriormente me cubría— ¿¡qué rayos haces en esa jodida cama!?

— Estoy siendo miserable —conteste para posteriormente cubrirme con mi almohada— y por favor, Adagio, dile al par de perros falderos que tienes por hermanas que salgan de mi casa.

— ¡A quien llamas perro faldero! —me jalaron por el cuello de mi ramera y con lo que me tope fue con el rostro enfurecido de Aria.

— ¡Miren encontré tacos en su refrigerador! —Sonata entro a la habitación con una charola de tacos, que había pedido la noche anterior a una cadena de comida mexicana.

— ¿Quién te dio permiso de entrar en mi cocina? —dije haciendo que Aria me soltará.

— ¡No hay nada mejor para levantar el ánimo que unos buenos tacos! —Sonata me acerco la charola, los tacos ya estaban bien calientes y preparados.

Me le quede mirando a la comida, en verdad no tenía apetito pero el traicionero de mi estómago soltó un gruñido denotando mi hambre.

— Come ya —Adagio me dio una leve palmada, solté una pequeña sonrisa.

Esa mañana desayune con el trio de lunáticas, desayuno que siempre agradeceré pues de lo contrario esa mañana no me hubiera levantado de la cama.

— No puedo creer que me hayan sacado de mi cueva —refunfuñe mirando a Adagio quien conducía, yo estaba en el asiento de copiloto y Aria junto con Sonata estaban en los asientos de atrás.

— No dejaré que te deprimas —respondió Adagio sin apartar la mirada de la carretera— en vez de estar en tu cama pensando en lo estúpida que eres, deberías ir tras el idiota que te quito a tu novia y recuperarla.

Suspire con frustración, no sabía si ella querría verme de nuevo y...

— ¡Adagio, detente! —gracias a mi grito, Adagio frenó en seco.

— ¿¡Estás loca?! —no respondí a su pregunta y salí del auto.

No podía creer lo que mis ojos observaban. Ahí estaba ella, paseaban por el parque cercano a la universidad, la abrazaba por detrás y besaba su mejilla ocasionalmente. Apreté mi puño con fuerza, era un chico rico, cabello naranja podría pasarse por pelirrojo pero mi cabello era más intenso que el de él, me miró de reojo con su mirada azul y sonrió, le dio vuelta a Starlight robándole un beso en los labios.

Polvos de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora