Prólogo.

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El odio aprisionado nunca desaparece.

        Una silueta de una mujer joven junto a una cuna se dibujaba en la penumbra. La dama mecía la cuna vacía mientras entonaba una nana con voz melancólica. De pronto, la canción cesó y por las mejillas de la joven rodaron dos lágrimas.

Ar Lasye.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora