Viuda Negra

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La primera vez que lo vi, fue en ese club nocturno. Él se paseaba entre la gente que bailaba cómo loca. Su forma de caminar era como si se deslizara entre las personas. Por la expresión en su cara, me parecía que ignoraba todo lo que ocurría a su alrededor, como si fuese algo a lo que estuviese más que acostumbrado. Eso fue lo primero que me atrajo a él. Lo demás, fue su apariencia, un buen cuerpo vestido de jeans negros y una chaqueta del mismo color. Arreglado, delicado, pero sin perder su masculinidad.

Me volteé a encarar al muchacho con el que había estado hablando, quien me estaba rechazando encantadoramente todo el tiempo.

—Ya perdiste tu oportunidad –le dije, sonriéndole con sorna y levantándome para seguir a ese joven con la genial chaqueta, de mismo color que la mía. Que puedo decir, el negro me queda bien.

Me apresure a pasar entre la gente, temiendo perderlo de vista. Lo encontré justo cuando ya estaba saliendo del club.

—¡Hey! –le llame, poniendo la mano en su hombro—. ¿Ya te vas?

El giro su rostro, mirándome sin ningún tipo de expresión en particular. Pero wow, que falta de interés se le notaba.

—Adiós –fue lo que dijo, quitando mi mano de su hombro y siguiendo su camino.

—¿Me dices tu nombre? –insistí, caminando detrás de él.

—No.

—¡Por favor! —modulé mi voz para tratar de sonar encantador, pero sin llegar a ser encimoso.

El se volteo a verme por encima de su hombro y sentí un escalofrío. Obviamente eso no funcionó.

—Deja de seguirme –dijo, y su orden pareció más una amenaza.

—Dime tu nombre y no te sigo más —le prometí.

—Manuel —respondió él.

Dicho eso, siguió su camino. Sonreí. Actuaba como si no le interesara, pero termino diciéndose su nombre.

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Manuel ciertamente es especial. No puedo sacarme su imagen de mi mente. He sido rechazado antes, así es la vida. Pero eso sólo me hace olvidarme de mi blanco para ir por otro sin darle ninguna importancia. Esta vez si me importó, y mucho. Volví al club, tomé a otro chico, llevándolo a mi habitación. Pero no importaba cuantas veces me lo cogiera, era la cara de Manuel la que veía al hacerlo.

—Manuel...Manuel... —repetí para mi mismo, con los ojos cerrados, entrando y saliendo lentamente del muchacho, sujetando sus caderas con fuerza mientras oía sus gemidos de borracho.

Dejé a mi invitado de la noche en un motel y le pagué la habitación. No me gustaba dejarlos amanecer en mi casa, la quería limpia por si tenía que recibir más invitados. En este caso, preparada para recibir a Manuel, porque lo tengo que tenerlo en mi cama pronto o voy a enloquecer.

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Casi pego un brinco al techo de la alegría al verlo la noche siguiente en el club. Al parecer lo frecuentaba. Esta vez estaba sentado en la barra, mirando un trago que no se tomaba con una expresión seria.

Me senté a su lado y de inmediato trate de iniciar una conversación, para ser ignorado.

—Que sepas mi nombre no te da derecho a hablarme —me dijo sin recato alguno.

—¿Me recuerdas? —le pregunté.

—El acosador de anoche, si te recuerdo.

Reí un poco.

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