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—¿Y tú quién diablos eres?—Le espeté furioso al desconocido mientras me paraba rápidamente e intentaba secarme las lagrimas. Si había algo que odiaba más que llorar, era que me vieran hacerlo y más por un completo desconocido.

Y en especial uno guapísimo.

—¿De donde has salido?—Peguntó el extraño de la nada. Lo miré con recelo, debería de ser yo el que le preguntara eso, pero además había algo extraño en su voz. Era grave y a la vez sedosa, extrañamente tranquilizante y con un deje de un acento que no reconocía.

Sacudiéndome el polvo y las hojas que se me habían pegado a la ropa mientras lloraba, le respondí.

—Soy yo el que debería de preguntarte eso—levanté la barbilla y puse las manos en las caderas, tratando de hacerme más grande pero seguramente haciendo el ridículo. Apenas mido un metro sesenta y seis, mientras que este extraño parecía rondar el metro noventa.

Verdaderamente había algo inusual en el sujeto. No sólo era atractivo, con pelo oscuro, alto, esbelto y musculoso, pero todo su comportamiento me ponía los pelos de punta.

¿De donde diablos había salido? Aunque no me pueda transformar en Lobo mi oído es mucho mejor que el de un humano promedio e igual a la de cualquier otro licántropo sin transformarse, era imposible que alguien fuera tan sigiloso como para acercarse sin hacer ruido.

¿Y por qué, si estábamos a diez grados bajo cero, apenas usaba pantalón y remera?

El extraño sólo me mira con una pequeña sonrisa divertida, pero sus ojos, tan parecidos a los míos, me miran con fría calculación.

Definitivamente este sujeto no me agrada. Lenta y disimuladamente comienzo a mirar en mis alrededores. Estoy en una sección del bosque en la que jamás he estado antes, la luz del sol es más difusa aquí y solo entra en parches gracias a las espesas copas de los arboles que le dan a la luz un tinte naranja con sus hojas secas, pero aún así se que todavía estamos en terreno del Instituto. No importa cuanto haya corrido, así como el edificio en donde nuestra manada vive es gigante, también es el terreno de bosque que nos pertenece, de otra forma nadie podría transformarse y correr como lobo en libertad, alejado de la mirada de los humanos.

Entonces, ¿Qué hace este tipo aquí?

—Esto es propiedad privada—le digo en la voz más autoritaria que puedo, fingiendo que cada segundo que paso en compañía de este extraño no me hela la sangre—no sé quién eres o cómo llegaste aquí, pero será mejor que te vayas.

El extraño toma un paso deliberado hacia mí y yo intento mantenerme firme, aunque es difícil hacerlo cuando te sientes como una presa siendo rodeada por un predador. Y así es como me siento, sus ojos no dejan en ningún momento los míos y en un movimiento que parece más fluido de lo que fuera posible, se coloca a sólo dos pasos de mí.

—¿Cómo te llamas, pequeño?

Ah bueno, ahora sí que ya la hizo. No solo entra en propiedad privada e ignora mis palabras, pero también se tiene que hacer el superior con ese tono tan arrogante?

—No es de tu incumbencia—Escupí las palabras y su sonrisa se hizo más ancha. Esto no parecía ser nada más que un juego para él.

—¿"No es de tu incumbencia"? Pues, ese si que es un nombre bastante largo para una criatura tan pequeña.

Enfurecido sentí como me sonrojaba y aprentando los puños intenté no darle una bofetada, en su lugar di vuelta los ojos ante su tonto chiste.

—Si bueno, ¿Qué puedo decir?—hablé con ira.—Estoy lleno de sorpresas.

Su cara se puso seria de repente y murmuró.—Seguro que sí.

Sin advertencia, su mano se alzó hacia mi cara y sentí sus dedos en mi mejilla.

—¡Oye!—Grité sobresaltado y le quite la mano de un tirón, tomando unos pasos hacia atrás. Su toque no había sido violento, de hecho había sido suave como una pluma pero eso no era importante. ¿Quién coños se creía que era este tipo para tocarme?!—No me toques!

El extraño levantó ambas manos en una especie de gesto de paz, pero su cara estaba viva con interés. Como si yo fuera un juguete que él encontraba sumamente divertido.

—Mis disculpas—Dijo y a pesar de su sonrisa, sonaba sincero.—Me iré yendo, pero tengo la sensación de que nos veremos otra vez.

Aquellas palabras... sonaban más a promesa que otra cosa.

—Espero sinceramente que no sea así.—Le contesté sinceramente, viendo como me daba la espalda y se alejaba caminando hacia el norte, lejos del instituto.

—Creo que te sorprenderás... Jungkook.

¿¡Qué diablos!?

Quise preguntarle como sabía mi nombre, pero en un abrir y cerrar de ojos el extraño había desaparecido dejándome solo y confundido.

vendido al alfa; taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora