Te amaré por siempre

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Hacía frío cuando ambos se conocieron. Un hospital de paredes blancas con detalles en verde y ese conocido olor a alcohol. No era un gran ambiente para conocerse, pero así se dieron las cosas. Martín era un chico joven, no llegaba a los 13 años en apariencia. Siempre pálido y con su cabello rubio algo despeinado. Sus mejillas de un tenue color rosa hacían notar lo enfermo que estaba, pero aquella sonrisa resplandeciente tapaba aquella realidad y la pintaba de alegría. Sus ojos eran de un verde esmeralda. Eran hermosos para muchos. Las enfermeras siempre se lo decían, pero él no lo creía. Siempre caminaba con un tanque de oxígeno. Sus pulmones eran increiblemente débiles y ante cualquier partícula de polvo que hubiese en el aire, podría darle un ataque. Pero eso no le impedía el poder pasarla bien en aquella institución. En la misma sala de recreación, donde el rubio jugaba con unos bloques, había otro niño. Su piel era mas trigueña, pero mostraba algo de palidez. Su cabello era de un color castaño chocolate, lacio, algo sudado pero era lindo. Sus ojos de un bellisimo color miel dorada, sus mejillas levemente pintadas de rosa, y una sonrisa más apagada. Se notaba a kilometros de distancia que no le gustaba estar allí.
Martín era animado. Manuel reservado. Y es que aunque no se conocieran todavía, no sabían lo que el futuro les deparaba.

-¿Querés jugar conmigo?-

-¿Quién soi vo'?-

-Soy Martín, un gusto. ¿Vos cómo te llamás?-

-José Manuel-

-Bueno Manu , ¿Jugás?-

El pequeño castaño, luego de pensarselo bastante, aceptó y pronto estaban ambos jovenes jugando en aquella sala vacía de recreación. De aquel día en adelante, Martín visitaba constantemente a Manuel estuviera donde estuviera. Si tenía una recaída, se quedaba esperando afuera de la sala donde lo trataban cuando su corazón hacía lo que el castaño llamaba "un salto grande". El corazón de Manuel era débil. Su condición era tan mala que requería de un transplante lo más rápido posible. Martín sabía sobre eso, pero aún así le sonreía como si nada pasase. No quería tenerle lástima, el mismo chileno se lo había dicho en su primera recaída luego de conocer a Martín.

-¿Te sentís mejor ya? ¡Los médicos me contaron que estuviste genial en la interferencia!-

El chico, que con la mano intentaba quitarse la mascarilla de oxígeno para hablar, miraba con cariño en los ojos a su amigo. El rubio era el único que lo visitaba. Ni siquiera sus padres venían, solo el de ojos verdes.

-No Manu. Dejá la mascarilla ahí. Necesitas descansar. Si querés me quedo con vos hasta que la doña María me venga a sacar jeje-

Ah, este rucio... eso de decía Manuel en su cabeza. Rendido ante el pedido del contrario, dejó su mascarilla en su lugar. El sueño comenzó a apoderarse de él y en poco tiempo cayó dormido. El rubio que, sentado en la cama del castaño, acariciaba su cabello desordenado, le observó caer ante Morfeo. Con una sutil sonrisa, se acomodó a su lado, cuidando todos los cables y su tanque de oxígeno, cerró sus ojos también, quedándose dormido junto a él. Para cuando la enfermera entró, la imagen que vio, la dejó enternecida. Pero aquella hermosa imagen fue interrumpida por una respiración agitada y entrecortada.

Martín fue dejado en su habitación aquella mañana. Manuel ya había salido de cuidados intensivos y podía merodear por el hospital. Y vaya sorpresa que se llevó al saber que Martín no le esperaba en la misma mesa de siempre en la sala de recreación. Se alarmó al punto que una enfermera tuvo que asistirlo.

-Martín estaba cansado hoy, por eso se fue a dormir a su habitación. ¿Querés ir a verlo?-

-Si, por favor-

La habitación de Martín era diferente al resto. Había una gran máquina tras su cama y varios medicamentos sobre la mesa. Pero dejando de lado eso, la habitación estaba repleta de dibujos. Eran tantos que era imposible verlos todos en un día. Martín amaba dibujar y eso se veia claramente en esa habitación.

Te amaré por siempre ArgChi OneShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora