Prólogo🌈

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Mis ojos ardían y mi nariz estaba húmeda, picosa y tupida a causa de las ganas de llorar. El nudo en mi garganta era cada vez peor de soportar y ni siquiera tenia el valor de refutarle algo a mis padres. Vaya que las agallas me salían solo cuando me convenían, ni loca le hubiera soltado aquel montón de palabrotas que tenía al rededor de 15 minutos dándome vueltas por la cabeza a mis padres, quienes se encontraban frente a mi explicándole la incómoda situación a su hija menor de 17 años.

Limpié el sudor de mis manos por enésima vez de mis pantalones de blue Jean oscuro y enterré mis uñas en las mismas, a tiempo que veía la alfombra bajo mis Converse, los colores opacos, fríos e inertes de aquel pedazo de tela peluda se me hacía mucho más interesante que escuchar a mi padre dar una excusa barata sobre sus infidelidades hacia mi madre y alegando que su "aventura" era una bonita pelirroja llamada Tatiana que era al menos unos 7 o 10 años menor que mamá.

— No tienes excusa que valga, Alberto, ya hablamos esto y ya tomamos una decisión. No atormentes más a Alex, ¿quieres?. — Le exigió mi madre a mi padre.

— Ya basta, ¿sí? Me agobian más de lo que ya estaba. Por favor, basta. — Imploré, intentando no soltar las lágrimas hasta llegar a mi habitación y encerrarme con mi perro a llorar como Magdalena.

— Algún día esto iba a pasar, bebé, más temprano que tarde tu madre iba a pedirme el divorcio. — Justificó mi padre desde el bar de nuestra morada.

Entendía que las mujeres se le «regalaran» a mi padre, a fin de cuentas era un hombre muy bien parecido. Alto, rasgos varoniles, unas cejas pobladas, un cabello liso espesamente negro y una mirada intensa de una extraña mezcla entre miel y verde, los cuales eran muy llamativos. Alberto Materazzi era todo un galán a sus cincuenta y tantos, pero no justificaba todas las injusticias e infidelidades que le había hecho a mi madre.

— Esto no estuviera pasando si hubieras controlado todo tu libido. Aún me pregunto como es que me casé con semejante tipejo como tú, definitivamente tuve que haber estado drogada. — Y ahí estaba el sarcasmo hiriente de Luisa Materazzi Fuentes, sarcasmo que yo, Alexandra Materazzi, heredé, como casi todo lo de ella. En realidad, yo era una replica casi exacta de mi madre. Estatura baja, buenas proporciones, cabello negro y ojos marrón chocolate. Yo era ella 28 años atras. La única diferencia entre mi madre y yo era que su cabello era tan rizado como la de la detective Bonasera de CSI: NY y el mio era liso con ondas y reflejos naturales de color castaño rojizo, herencia de mi ascendencia paterna italiana, aparte de las mechas californianas castaño rojizo que me hice este año por mi cumpleaños N° 17.

— Eso no lo dijiste hace 20 años, Luisa. — Dijo papá. Mamá se casó con él a los 25 años e inmediatamente mamá quedó embarazada de Leonardo, mi hermano mayor.

— ¿Quieres dejar de comportarte como un patán frente a tu hija, Alberto?

— La niña sabe a quien tiene como padre.

— Pues no sabía que tuviera un padre tan idiota. — Espeté cabreada. Había llegado a mi límite y ya no aguantaba más las estupideces que decía mi papá. Si algo había heredado a la perfección de Alberto Materazzi era ese carácter tan impulsivo y explosivo que él tenía, el cual tenía un límite relativamente corto.

— Alexandra, no me hables de esa manera. — Me reprendió.

— ¡Y un carajo! Es impresionante que ni siquiera le hayas negado a mamá lo que tienes con esa tal Liliana.

— Tatiana. — Corrigió.

— ¡Como sea! ¡Me importa un comino si se llama Tatiana, Liliana o Susana! — Exclamé rompiendo en llanto. — ¡Apoyo a mamá! ¡Ella debió de haberte pedido el divorcio hace siglos! ¡Por tu culpa Leonardo prefirió irse de casa! ¡Por tu culpa hace mucho tiempo que dejamos de ser una familia! ¡Veamos si la tal Tatiana esa es capaz de freír un huevo sin quemar media docena!

Frente a mi puerta ➡ KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora