¿Confesión?

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Grell, ya en la mansión de los Phantomhive, había decidido adelantar la oportunidad de tener una cena con William esa noche con él, por lo que entregó los reportes a tiempo, como habían acordado; pero en las esquinas de cada hoja, había dibujado corazones y el nombre de su amado, tal como una chiquilla de secundaria.
—¡¿Pero qué carajo?! ¡Sutcliff! ¡De nuevo esto está en rojo! —exclamó el pelinegro mientras revisaba los documentos.
6:35 pm, Grell estaba preparando su guadaña, su amada motosierra. Lo único que quería era terminar su trabajo para poder salir con William, incluso si ello significaba adelantar muertes y meterse en líos con el consejo principal.
—Ya casi es hora, adelantaré diez minutos de su muerte. ¿Dónde se metieron? Creo que los vi en la sala…

El rumor de la temprana muerte de los Phantomhive llegó hasta oídos del pelinegro por parte de un shinigami rubio con gafas redondas, quien correspondía al nombre de Ronald Knox.
—¡Sensei! ¡Mi senpai se ha adelantado y ha recolectado las almas de los Phantomhive! —gritó—. Bueno, no a todos… Le falta un integrante que aún sigue vivo, pero no ha podido encontrarlo.
El shinigami de cabellos negros, molesto, apareció en un abrir y cerrar de ojos en la mansión cubierta de llamas. Lo primero que notó fue a Grell herido en el suelo, con algunas plumas a su alrededor.
—Imposible… No, no, ¿Sutcliff? ¡Sutcliff! ¿Te atacó un ángel? ¡¿Eres idiota o qué demonios?! —El mayor le abofeteó por haber quebrantado la regla más importante del departamento de shinigamis—. ¡Idiota! ¡Te adelantaste y rompiste las reglas! —Grell comenzó a sollozar, miró al shinigami con una ligera sonrisa y acarició su rostro tiernamente, sorprendiendo al contrario.
—En mi mundo sólo hay una regla, y es luchar por amor. Sí, puedo sonar muy cursi, pero yo solo quería que tuvieras una cena y celebrar por tu esfuerzo y logro de ser mi nuevo jefe. Y si esta es mi última noche, quiero decirte algo importante que he guardado desde que te comencé a tratar más. —Hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Te amo Will, te amo… ¿Entiendes?

Esas palabras resonaron en la cabeza del jefe: "Te amo".

El pelinegro se levantó y desapareció de ahí,  encerrándose en su oficina, afligido por lo que había hecho y las palabras que había dirigido hacia Grell. Mientras éste, por su parte, se levantaba con las pocas fuerzas que le quedaban, dispuesto a irse a casa.
Algunos lloriqueos y golpes fuertes en la entrada de la vivienda, captaron la atención del pelirrojo. Al girarse, observo a un niño con las ropas rasgadas y sucias, de cabellos grisáceos y de complexión delgada.

—¡Papá! ¡Mamá! ¡No me dejen solo!
—Vete de aquí, ¡Rápido! ¡Huye antes de que pase algo malo! —¿Qué demonios hacía ahora? ¿Ayudarle a un humano a vivir? ¡Era la muerte! Sólo los ayudaba a pasar a mejor vida.
El shinigami de cabellos carmesí notó que un tipo enmascarado veía al niño desde un carruaje, y sintiendo la necesidad de protegerlo, se acercó y cargó al pequeño, llevándoselo para ponerlo a salvo.
—Soy Sutcliff, ¿y tú cómo te llamas? —preguntó mientras limpiaba las lágrimas del pequeño con su saco.
—Soy Ciel Phantomhive, mis papás y mi mascota están haya adentro, ¡sálvalos por favor, no quiero quedarme solo, odio la soledad! —Cubriendo los ojos del infante, trató de calmarlo un poco evitando que viera su hogar destruido; pero al contrario, Ciel se alteró aún más y se alejó del shinigami, corriendo.
El hombre enmascarado bajó del carruaje y aprovechó de la situación, tomando al pequeño y llevándoselo. Grell cayó de rodillas y comenzó a llorar.
—¿Qué he hecho? Lo dejé sin familia, lo dejé solo… Soy un monstruo —Se sentía culpable por lo que había sucedido. Ya no pensaba como la muerte, sino como un humano.

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