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"Scorpius y Albus pasan todo su tiempo juntos, porque

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"Scorpius y Albus pasan todo su tiempo juntos, porque..."

Lily Potter desliza la puerta del único compartimiento que encontró en el expreso Hogwarts, que no está repleto de estudiantes. Dentro, sólo encuentra un Albus y un Scorpius que comparten asiento, a pesar de que no tienen compañía, y discuten en voz baja, señalando un libro que cada uno sostiene con una mano, en el medio de ambos.

—¿Puedo? —Su vocecita atrae la atención de ambos, que levantan la cabeza de golpe y se separan unos centímetros; ella finge no darse cuenta. Albus luce perplejo, Scorpius muestra una tímida sonrisa y asiente.

—¿Cómo estás, Liliers? No te vi en La Madriguera por las vacaciones...

—Mi madrina Luna me llevó de viaje con ella y sus hijos —Contestó con un encogimiento de hombros, e hizo caso omiso de la mirada intensa que su hermano le dirigía, una muy similar a la que ponía cuando era más pequeño y ella disfrutaba de arrebatarle la escoba. Sólo que ya no había escoba -o juguete alguno, mejor dicho- y Lily no entendía a qué atribuir el comportamiento de este.

—Debió ser increíble.

Lily y Scorpius, más la primera que el segundo, hablaron sobre las maravillas de Egipto el resto del viaje. Albus no se apartó de su compañero.

Al bajar del expreso, la joven Potter-Weasley notó que su hermano sujetaba a Malfoy del brazo y lo arrastraba hacia algún carruaje lejos de ella. Apenas atinó a despedirse agitando la mano.

Lily se subió a su carruaje con la sensación de que se perdía de un detalle importante.

—0—

Le llevó cuatro días exactos darse cuenta de qué era.

Comenzó el primer lunes del curso. Lily se había acercado a su prima Rose para una charla tranquila, amistosa, y tal vez, presumirle un poco sobre el viaje a Egipto, a sabiendas de que la otra daría lo que fuera por un poco del conocimiento ancestral que adjudicaban a la civilización. Pasaron por la biblioteca, como era inevitable cuando alguien estaba cerca de lo que los Weasley llamaban "miniHermione".

Y los vio.

Scorpius Malfoy estaba recostado en un sillón ancho, que nada tenía que envidiarle a las sillas estrechas del resto del lugar, y se cubría parte de la cara con un libro abierto; por las sacudidas leves de sus hombros y los ojos entrecerrados, era más que claro que se reía en silencio. Junto a él, un Albus Potter con el rostro enrojecido, agitaba la varita en una complicada floritura, pero sus ojos no estaban en una de las sillas, como ella supuso que deberían, sino que se desviaban hacia el otro. Tras un momento, Albus mostró una sonrisita y se encogió de hombros por algo que Malfoy le dijo.

—Alguien debería decirles que no pueden hacer eso...—Escuchó a Rose quejarse y volvió el rostro hacia ella. En su breve despiste, su prima había recogido una considerable cantidad de libros, y hacía un esfuerzo por mantenerlos cerca entre sus brazos y hechizos de levitación no verbales.

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