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[¡El fanart que acompaña este capítulo existe gracias a una magnífica lectora de FF, a quien le agradezco mucho por esto! Pueden encontrar el original en su instagram, si la buscan como: ariel. zl]

"Scorpius besó a Albus Potter en el Gran Comedor, en medio de la cena, porque

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"Scorpius besó a Albus Potter en el Gran Comedor, en medio de la cena, porque..."

Albus Potter estaba, en lo que alguna vez escuchó llamar al señor Malfoy en un tono sutil de broma, en un pánico de serpiente, ¿por qué? Pues porque era un Slytherin y un buen Slytherin no entraba en pánico igual que los demás miembros de otras Casas. No, cualquiera que conociera a una serpiente, sabía que el pánico Slytherin era incluso más histérico que el llanto Hufflepluff, más calculado que los horarios Ravenclaw y más irracional que el coraje Gryffindor.

El pánico de serpiente era todo lo que un buen Slytherin debe evitar. Pero Albus no era el ejemplo ideal de su Casa y las cortinas que acababa de rasgar por jalarlas con demasiada fuerza, lo demostraban.

Un sonido débil le recordó de la existencia de Alessandro Zabini, que estaba apostado a una cama de distancia, sumido en una lectura aparentemente más interesante que su rabieta. Al menos hasta el momento en que Albus casi destroza el dosel.

Se forzó a respirar profundo, a dejar salir la ira con el aire que expulsaba, pero bendito Merlín, qué difícil era.

Albus estaba cansado. No, más que eso. Albus estaba harto, estaba irritado, estaba a punto de cometer la estupidez que le cambiaría la vida y lo único que podía hacer era apretar la tela rota de las cortinas y lamentarse, porque ya no habría disimulo alguno cuando se colase a la cama de Scorpius esa noche. No es que él creyese que lo había ocultado bien de Alessandro, pero dado que este no le hacía preguntas y la única conversación al respecto (de la que él no supo qué resultó, por un jodido hechizo silenciador en la puerta, que no pudo deshacer), fue con Scorpius, supuso que la sutileza era mejor que hacer algo a lo loco.

Pero luego pensaba en lo de esa tarde y todo su plan de discreción se iba a la mierda.

¿Cómo era posible que James se le hubiese declarado a Scorpius, su Scorpius? ¿cómo es que, siquiera, consideró mirarlo con otros ojos?

Albus se sentó en el borde del colchón y se cruzó de brazos, la magia sin varita, descontrolada, le agitaba el cabello y sacudía una de las ventanas. Escuchó a Alessandro cerrar sus cortinas y murmurar un hechizo, supuso, que lo dejaría leer en paz.

James era mayor que ellos, estaba a punto de salir de Hogwarts, y Scorpius era el mejor amigo de su hermano, ¿qué no existía algo como un código de hermanos, una regla que decía que nunca, jamás, por nada del mundo, vayas y te fijes en el mejor amigo de tus hermanos menores? Porque James Potter acababa de saltársela de esa forma descomunal y gloriosa con que los Gryffindor omitían las reglas (y si ese pensamiento provenía de otro comentario de Draco Malfoy, nadie podía culparlo por interesarse por lo que opinase un Inefable como aquel hombre, que además lo dejaba ir a buscar a su hijo y quedarse en la Mansión en vacaciones).

ExcusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora