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I

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I

El Gran Comedor está sumido en un silencio sepulcral cuando entra. Las paredes de piedra son más oscuras que nunca, los cristales de las ventanas están escondidos detrás de gruesas cortinas.

Sólo hay dos mesas largas, de madera, para los estudiantes, y una alfombra plateada y negra, con toques de oro en los bordes, que va desde la entrada al fondo de la sala. Allí, se alza una plataforma con escalones, y encima, están apostados dos tronos gemelos.

El Rey León, Harry Potter, camina ante las cautelosas miradas del cuerpo estudiantil. Lleva una túnica ancha, de un color escarlata tan intenso que podría hacerse pasar por negro si no tiene las luces correctas cerca; posee un cuello peludo y suave, y él nunca ha dicho que es de piel y pelo de uno de los unicornios del Bosque Prohibido, pero tampoco necesita hacerlo. Nada más verlo, todos lo saben.

Él lleva una corona gruesa, tan grande que le rodea desde la frente hasta la nuca, y es de un dorado resplandeciente. Nadie comenta sobre las hileras de magia oscura que se mueven entre sus picos, sombras juguetonas que esperan la llamada de su Señor León, pero sí hablan de lo lindos que son los grabados que hacen alusión a Gryffindor en los costados. Cuando él los escucha, da su aprobación, y los estudiantes y profesores pueden respirar y disfrutar de un día más de vida.
El Rey León ya no saluda mientras avanza; aquello quedó olvidado después del primer año del Ascenso. Alcanza la tarima, y es en ese momento, en ese único momento, donde agacha la cabeza y se dobla. Y es la mejor muestra de sumisión que ellos verán alguna vez, porque el León prefiere rugir que agazaparse ante los enemigos.

Y sobre el trono, con un codo apoyado en el posabrazos, la barbilla sobre la palma, y las piernas cruzadas hacia un lado, para quedar encima del otro borde del asiento, el Rey Serpiente sonríe, porque le complace cuando su igual lo trata de ese modo. Y si el Rey Serpiente sonríe, los estudiantes y profesores respiran con tranquilidad, porque significa menos problema por las siguientes horas.

Él es más difícil de complacer que el Rey León, pero nada es peor que cuando están juntos.
Han pasado diez años desde el Ascenso; están acostumbrados.

II

Ya no hay un expreso de Hogwarts; en los primeros meses tras el Ascenso, el Rey Serpiente salió a 'jugar'. Usó magia oscura para formar un basilisco, conjurado por la energía del Bosque Prohibido, cuyos árboles se doblaron y secaron, y quedaron como brazos huesudos de tonos marrones-grisáceos, retorcidos para apuntar el punto exacto en que el césped se chamuscó y la tierra se resquebrajó, porque Draco Malfoy se paró allí.

El basilisco de energía oscura se tragó los últimos vagones del tren. Los Slytherin contemporáneos al Rey Serpiente y los Mortífagos desertores estaban dentro.

Los huesos crujiendo apenas se escucharon por encima de los gritos de auxilio y las piezas metálicas, al destrozarse cada vez que el basilisco masticaba. El Rey Serpiente se rio, y se rio, y se rio, y se rio.

ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora