Parte única

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Es difícil entender que se ha ido, que no está

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Es difícil entender que se ha ido, que no está. Que no estará más. Hay personas que llaman a su nombre, pasillos por los que espera verlo cruzar, las sillas que se queda observando, porque eran las que solía ocupar.

Draco lo recuerda con absoluta claridad, cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día. Todo está ahí, dentro de su cabeza, nada más. Existió.

Hubo un tiempo en el que una mata de cabello desordenado lo despertaba, cosquilleándole la nariz con mechones rebeldes, a los que aprendió a amar con el pasar de los años. Entonces se quedaría observando la expresión pacífica de Harry al dormir, y cuando este se despertase y le mostrase una sonrisa floja, le diría que está ocupando casi toda la cama para tener una excusa por la que fue atrapado mirándolo embelesado; él se reiría y no le creería, pero nunca se lo diría, y para 'compensarlo', se giraría hacia él, lo rodearía con sus brazos y lo llenaría de besos. Y Draco opinaría que vale la pena perder unos minutos de sueño por eso, sólo por eso, nada más.

Hubo un tiempo en el que unos ojos verdes lo miraban con infinito amor, brillantes, lo encontraban apenas entraba a una habitación y lo seguían cuanto estuviese allí, aún si unos metros los separaban. Hubo un tiempo de risas discretas, dos cuerpos apretujados en bañeras de piedra, manos que le peinaban el cabello y cerraban los broches de sus túnicas de gala antes de ir a trabajar, uno por uno.

Sí, hubo un tiempo. Él recuerda. Él lo sabe.

No puede ser su imaginación, no puede ser un sueño, una fantasía amable que renace cada noche para meterlo en una burbuja de paz, la única manera de que consiga un poco de ella en esa vida caótica y fría de estereotipos y expectativas que lleva.

Draco, tienes que ser un ejemplo sangrepura.

Draco, tienes que ser el mejor de tu curso de Slytherin.

Draco, tienes que seguir los pasos de tu padre.

Draco, hazle caso a tu padrino. Draco, mantén la boca cerrada cuando no tengas nada relevante que decir. Draco, que no se te olvide que tú eres la imagen que la familia Malfoy le proyecta al mundo.

Draco, Draco, Draco. Estaba a punto de volverse loco, ¿y todavía había gente que dudaba de por qué Sirius Black se escapó de casa cuando tenía su edad? Si lo presionaban, al menos, la mitad de lo que lo hacían con él, entendía. Draco de verdad entendía.

Pero cada noche, desde que tenía memoria, cuando se iba a dormir, soñaba con ojos verdes, cabello desordenado y besos perezosos, arrullos, manos que le palpaban los costados, tan delicadamente que lo hacían sentir una pieza que es tratada de acuerdo a su valor. Importante. Querido.

Sobretodo querido.

Draco tenía nueve años cuando su abuelo Abraxas, poco antes de fallecer, se lo llevó a un paseo por el jardín de rosas de la Mansión Malfoy, le sujetó la mano, se aseguró de que ninguno de sus padres estuviese cerca, y le contó la verdad.

La serpiente que quería volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora