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El teléfono vibra en la madrugada a mi lado en la cama. No me despierta pero tampoco me extraña, miro en la esquina inferior derecha de la pantalla de mi computadora la hora, dejando en segundo plano el caso de Illinois. 03:35 A.M. Pienso por un segundo antes de contestar. Es muy tarde para ser de la morgue, no es la unidad porque cualquiera que quiera decirme algo sabe que no duermo hace ya un largo tiempo y que pueden venir hasta la habitacion que comparto con la detective Wilde. Creo saber quién es. El mismo que ha estado llamando entre las 03:00 A.M y las 04:00 A.M tres veces a la semana los domingos, martes y viernes durante las últimas dos semanas. Miro mi teléfono cuando este vuelve a vibrar, *Número desconocido*, la luna alumbra mis piernas a través de las cortinas del alojamiento. Dejo la computadora a mi lado izquierdo, levanto el teléfono cautelosamente sintiendo pequeños choques eléctricos que aceleraban un poco mi gélido corazón. Respondo, no hablo. Quien llama tampoco lo hace, mi respiración es lenta y calmada. La suya se siente entre cortada. El ambiente se vuelve tenso mientras cuento quince segundos en mi mente sin cruzar palabras, intentando decifrar algún sonido que pueda reconocer a través del teléfono, que me diera una pista, un punto de partida para descubrir la identidad de este desconocido. Sin resultado por veinte segundos. Si pensaba que iba a echarme miedo no sabía con quién hablaba. Estuve tres meses secuestrada en un sótano con los ojos vendados, siendo drogada y torturada. Él o ella no saben lo que es sentir ese miedo extremo. Nada en este mundo me iba a intimidar más de lo que viví en cautiverio. Veintidós segundos cuando escucho a través del teléfono el ruido de un auto al pasar. Se me eriza el bello de los brazos, en la calle dos pisos abajo de dónde me encontraba acostada pude escuchar el mismo ruido, el mismo auto, al mismo tiempo. Termina la llamada repentinamente, acaba de delatarse. Salto de la cama, soy consciente de que Wilde se dio la vuelta en la suya quedando con el cuerpo en dirección a la pared, dandome la espalda. Miro desde la oscuridad por la ventana sin disimulo. Sus ojos hacen conexión con los mios. Es una sombra vestida de negro sentada en la banca de la plaza que mira hacia el edificio, no logro reconocerlo ni medir su altura aproximada. Se levanta con parsimonia, con tanta lentitud burlandose de mí con su aparente tranquilidad. Electricidad me recorre la espina dorsal y en un acto de imprudencia me alejo de la ventana buscando el primer par de zapatos que encuentre. Las de Wilde que me quedaban apretadas, entraron a presión. Tomé un buzo del cajón junto a la cama donde también guardé mi calibre y mi placa. En esta ocasión solo me llevo el arma. Salí con discreción y lentitud por el pasillo poniendome el buzo gris con capucha pasando inadvertida entre los dormitorios.

Logrando evitar al guardia de seguridad al salir por la puerta trasera me encontraba corriendo por el callejón donde tiraban la basura del hospedaje hasta la calle. Arma en mano crucé hasta la plaza haciendo caso omiso a las reglas de seguridad de la UVECM. Llegué a la banca, apunté con mi arma en todas direcciones quitandole el seguro, con mí índice derecho en el gatillo. Este, oeste... no sabía por dónde se había ido mi acosador. MALDICIÓN, gruñí apretando los dientes, me encontraba sola. Guardé el arma luego de varios segundos y volteé a ver a la banca. Había un trozo de papel atrapado por una roca para que el mismo no sea volado por el viento. Era la primera vez que dejaba una nota.

Viento... apenas empezaba a sentir sus efectos en mi piel. El frío en las piernas me pelaba. La adrenalina me cegó a tal punto que yo misma me dejé expuesta como presa fácil. Que idiotez haber salido así dejandome llevar por el impulso del momento, quedando al descubierto. Si lo hubiera querido, me habría asesinado. Tomé el papel y la piedra también para un exámen de ADN, huellas digitales o algun procedimiento similar que me diera ALGO. Este ignoto había logrado hacerme sentir nuevamente miedo irracional.

Salva a la próxima, mi querida Jane.

El escalofrio volvió al leer mi nombre de pila. Recuerdos me bombardean con tanta fuerza que me duele la cabeza, no podía ver nada. Solo oía sus súplicas desbordadas de llanto y desesperación. Decido volver adentro. El pánico se va conmigo y promete instalarse en mi cama al menos por esta noche.

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⏰ Última actualización: Nov 18, 2019 ⏰

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