"uno ; martini blanco y vino francés"

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JungKook suspiró, tomando una larga bocanada de aire para después lanzar un fuerte grito que, seguramente, resonó por toda la comisaría.

—¿Se encuentra bien oficial?— Preguntó Jeongyeon, la ayudante del castaño, entrando de inmediato en su oficina socorriendo al grito que este había lanzado.
—¿Acaso ves todo este papeleo en mi mesa? ¿Crees que me encuentro bien?— Preguntó retóricamente, alzando una ceja, lanzando una mirada punzante a la joven.

—Yo me encargaré de eso, vaya y tómese el día libre oficial, creo que se está sobre explotando a usted mismo y no es bueno para su salud.—
JungKook asintió levantándose de su asiento, cediéndole el puesto a su ayudante mientras petaba sus dedos, así exterminando las burbujas de aire que habían en ellos, un hábito de el, algo que le relajaba.
—Si algún día se me ocurre despedirte, recuérdame este momento.— La morena sonrió mientras negaba con la cabeza, pasando la mano por todos esos papeles, los cuales eran casos aún por archivar.

—No creo que eso vaya a ocurrir nunca.— Soltó una pequeña risa, sentándose en el asiento de Jeon. —Váyase, rápido, antes de que se arrepienta— El mayor asintió regalándole una pequeña sonrisa a Jeongyeon antes de salir de su oficina, corriendo hacia la puerta de salida de la comisaría, así buscando algo de aire puro que allí dentro brillaba por su ausencia.

Las estrellas y la luna hacían un perfecto contraste con la piel lechosa de JungKook, iluminando su rostro a la perfección. Ya se habían hecho más de las ocho de la noche, haciendo que el nombrado suspirase cansado de su trabajo y en general, de la vida monótona que llevaba desde que salió de la universalidad.

Lágrimas amenazaban con derramarse por su rostro cuando en la radio de su coche empezaron a sonar canciones deprimentes haciendo que se arrepintiese de muchas decisiones que tomó en su vida.

Jeon no era una persona feliz, no gozaba de levantarse cada mañana para ejercer de lo que gustase, el vivía por y para contentar a aquellos que habían controlado su vida desde que era tan solo un pequeño niño de tres años.
Obligado a comprometerse con una mujer de alta sociedad, obligado a ejercer de policía, hasta pasar a ser el oficial de la comisaría de su padre, básicamente todo en su vida era un desastre.

"Pasaré la noche en casa de Yoongi, así que no me esperes despierta, tampoco hace falta que me hagas la cena, te amo"

Escribió apresuradamente a su prometida, Park ChaeYoung, la cual realmente ni si quiera soportaba ver.

Mentiras, una detrás de otra, mentir y mentir era el segundo trabajo del castaño. A penas pisaba la casa de YoonGi, un viejo amigo suyo y compañero de trabajo, pero su futura esposa creía que se pasaba las noches allí cuando realmente, lo único que hacía era irse a cualquier bar a beber hasta desfallecer, hasta olvidar todo lo que había pasado ese día para poder afrontar el siguiente mejor.

Después de dar unas largas vueltas con el coche, lo estacionó en un pequeño callejón algo peculiar, esperando así poder encontrar el vehículo más tarde. Desalborotó su ondulado cabello y acomodó su uniforme dirigiéndose hacia una de las grandes calles de aquel barrio el cual solía frecuentar.

Pronto divisó un letrero neón con el nombre de "La Perla", el pub al cual iba siempre que necesitaba desconectar, era totalmente su ambiente, un lugar no con mucho alboroto como la mayoría de lugares de ese tipo.

Entró imponente, atrayendo la mirada de muchos por su evidente uniforme y placa, cosa que ignoró como siempre solía hacer, sentándose en la barra para ordenar lo de siempre, un Martini blanco.

—¿Control de estupefacientes?— JungKook giró su rostro, encontrándose con un chico probablemente de su edad sentado junto a él.
No se llegaba a ver mucho de su apariencia pues este llevaba un cubre bocas y una gorra que no dejaba ver con claridad sus ojos.

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⏰ Última actualización: May 02, 2019 ⏰

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