Nos encontramos en tiempos recientes, donde un simple teléfono móvil inteligente vale más que una vida humana, donde la comodidad y la vagancia vencen a la productividad e, incluso, sobre el movimiento de la sociedad. Tanto es así, que cada vez cuesta más encontrar casos en que un individuo destaque entre un grupo de gente, sin importar la edad que tenga.
Afortunadamente, podemos documentar uno de los más impactantes hasta la fecha, ya que, si no tuviéramos una historia que contar, este informe no tendría ningún sentido. Será narrado por uno de los testigos, la doctora Nerea Ibáñez.
Todo comenzó un buen día, en una aula bastante extensa en una de los institutos más importantes de Barcelona, concretamente situada en el centro de la gran ciudad. La profesora Alexia Foster, encargada de las clases de historia de arte, estaba realizando una de las tantas lecciones que estaban designadas en ese curso cuando, de repente, se escuchó que picaron y abrieron una de las dos grandes puertas verdes de la clase, dejando ver a un adolescente bastante agitado.
-Le pido disculpas, profesora. ¿Puedo pasar?-Intentó formular el joven, pero su respiración era tan irregular que hasta la mayor le costó comprender lo que intentaba decir.-
-Claro que sí, Damián.-formuló la mujer inglesa con una mezcla de acentos, mientras apartaba la mirada de la puerta y continuaba con sus explicaciones.-
Ahí estaba. Damián Martínez. En ese momento tenía dieciocho años. Era un chico bastante especial. Tenía un gran talento para las artes gráficas, además de que, cuando nos mandaban algún trabajo sobre algún movimiento artístico, siempre intentaba recrearlos en lienzos y empleaba diferentes técnicas inspiradas en estas. Aun así, tenía la apariencia de un chico normal y corriente. No destacaba entre la multitud, pero tampoco se lo podía considerar alguien invisible.
El chico se sentó a mi lado, ya que era el único sitio libre. Se le notaba bastante preocupado por algo, así que decidí preguntarle qué pasaba.-¿Te pasa algo Dami?-le llamaba así con bastante cariño, ya que nos conocíamos desde hace bastante tiempo, creo que desde quinto de primaria.-
-He tardado más de la cuenta porqué ayer me quedé hasta tarde acabando tu retrato. ¿Te acuerdas que te prometí que te lo entregaría pronto? Si quieres, te lo doy esta tarde y te quedas en mi casa a hacer los deberes.-Me ofreció el moreno mientras me miraba de reojo, a lo que yo decidí aceptar la propuesta.- Luego le preguntaré a Chris si quiere venir también.
-Por mi vale.-Le respondí con una gran sonrisa en mis labios y, pocos segundos después, nos concentramos en la clase.-
Media hora después, sonó la campana que daba el comienzo de la hora del patio. Damián y yo recogimos las cosas que teníamos encima de las mesas cuando la profesora habló antes de irse.
-Acordaros que mañana nos iremos de excursión al museo de arte. Necesito que hagáis grupos de tres para elaborar la actividad que haremos allí.
Al escuchar aquellas palabras, Damián y yo chocamos las manos antes de salir al gran recinto del instituto, en dirección a nuestro rincón de siempre, que era un pequeño banco donde se podía ver un poco el exterior. Allí sentado, se encontraba el chico que me gustaba en aquel momento, Christian Gutiérrez. Era un chico bastante tranquilo y paciente, pero cuando se enfadaba, podía ser una máquina para matar, como él mismo se describía. Al vernos, se acercó a nosotros con una gran sonrisa ladina dibujada en su rostro.
-¡Neo! ¡Dami!-nos llamó por nuestros apodos que nos habíamos puesto cuando éramos pequeños mientras saludaba a Damián con su saludo especial. A mí, en cambio, me dio un suave abrazo.-
-¡Tú! ¿Has oído lo de la actividad en grupos de historia del arte? Podemos ir los tres juntos. –Le comentó Damián sin dejar de sonreír. Desde que tengo memoria, siempre nos habíamos juntado para hacer actividades en grupo, por lo que no dudaba que aquello sería divertido.-
-Pues claro, los tres mosqueteros vuelven a la carga.-Expresó el mejor amigo del chico sin dejar de observarnos, a lo que yo me sentí bastante avergonzada.- Supongo que al salir vamos a tu casa, ¿no?-Preguntó, a lo que el contrario respondió asintiendo con la cabeza.-
Y así pasó la hora del recreo, nos pasamos hablando y riendo a carcajadas de todo lo que teníamos que hacer aquella tarde, por lo que nos organizamos un poco los trabajos. Al salir del instituto, esperamos a Christian en la entrada y fuimos tranquilamente hasta el piso de los padres de Damián.
Allí se encontraban su madre, que se llamaba Rafi y su hermano mayor, Alex. Nos fuimos directamente a la habitación de Damián después de saludarles educadamente y nos encerramos para empezar los deberes. Tardamos como diez minutos en terminar cada ejercicio, gracias a los conocimientos de mis dos mejores amigos. Se podría decir que cuando esos dos se juntaban, se convertían en las personas más listas de la ciudad.
Cuando acabamos todo lo que teníamos que hacer, Christian encendió el ordenador de Damián y se puso a mirar algunas páginas algo extrañas.
-¿Qué estás buscando?-Decidí preguntarle con mucha curiosidad mientras me ponía a su lado con una silla de madera plegable que la madre de Dami me había ofrecido.-
-En mi clase hemos estado hablando sobre las distintas leyendas urbanas que se han creado alrededor del museo al que vamos mañana.-Comentó como si aquello fuera lo más normal del mundo, algo que me sorprendió gratamente.-
-¿No eres demasiado mayor para esas cosas, tonto?-Damián apareció detrás de nosotros para poder rodear al chico por el cuello con sus brazos y le revolvió el pelo con sus manos.-
-¡Cállate! Sé que no tiene ningún sentido, pero algunas de ellas son muy realistas, te lo juro. Hay una que dice que si te encuentras solo mirando alguno de los cuadros que se han expuesto, este puede meterte dentro. Se decía que los pintores hacían maldiciones en sus cuadros para que estos tuvieran el mayor éxito posible.
-Menuda estupidez...-dije yo mientras intentaba aguantarme las ganas de reírme. Chris suspiró profundamente al escucharme y se levantó.-
-Bueno, como ya hemos terminado, me voy ya a casa, que mi madre estará preocupada.-Dijo de repente, sin ningún motivo alguno mientras salía de la habitación. Se pudo escuchar la puerta principal abrirse y cerrarse. En ese momento, la madre de Damián entró-
-Nerea, ¿quieres quedarte a dormir? Sabes que estás más que invitada.-Me preguntó la mujer mientras nos dejaba varios trozos de pizza para cenar, ya que era bastante tarde.-
-¡Vale!
Y así lo hice, me quedé a dormir en la casa de Damián. Quién iba a pensar que aquel día sería la última vez que podríamos a estar en esa situación tan tranquila...
CONTINUARÁ...
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El espejo
FantasyEsta historia transcurre en tiempos actuales, en una ciudad tan concurrida como Barcelona, con un adolescente de dieciocho años, llamado Damián, cuyo sueño es convertirse en un pintor prestigiado. Por ello, estudia en una escuela de arte con sus mej...