Un jardín para este retorcido amor

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Narciso

El Japón actual era la perfecta ciudad recubierta de grandes edificios representantes de la tecnología y de la evolución. ¿Eran realmente tan avanzados los seres humanos actuales? Descendientes de bestias que seguían sus instintos cuando se trataba de sus parejas y de demostrar dominio.

Desde el principio de su progreso la naturaleza de éstos no estaba hecha de flores ni de colores pastel. Y aunque en esos momentos el orden que llevaban como sociedad había logrado controlar hasta cierta parte las batallas por territorio y por parejas, no era una realidad completamente certera. Bajo esas criaturas yacía un enorme pozo de sangre.

Y para cierto heredero de una familia poderosa, las cosas no eran diferentes. Seijūrō Akashi se encontraba persiguiendo a una presa demasiado grande para su gusto y, sin embargo, era un placer que solamente alguien como él se podía dar. Estaba dando caza a cierto alfa que le molestaba en exceso. ¿Crimen? Karma le llamaría él.

El bosque detrás de su gran mansión se mantenía en un tétrico silencio, ni las aves ni los insectos se atrevían a moverse ante la presencia de su rey. La suave brisa soplaba meciendo las hojas y acariciando los frondosos arbustos... Era una noche fría y la luna apenas alcanzaba a iluminar los rincones de la zona.

—Si tan solo no hubieses sido un tonto, esto podría haberse evitado. Pero realmente querías interponerte en mis planes. Un patético perdedor como tú no tiene nada que pueda competir contra mí —una cola rojiza se meneaba de un lado a otro y unas orejas redondeadas del mismo color permanecían alertas sobre la cabeza de Akashi.

—Él me pertenece y tú lo sabes muy bien —Kagami Taiga se mantuvo acechando al león desde las penumbras del bosque. Iba a hacerle tragar las palabras a ese maldito enano que se creía tan absoluto—. No me importa la jerarquía, ni siquiera tú puedes ir en contra del destino.

Seijūrō apretó la mandíbula ante las palabras que le hacían perder la poca cordura que le quedaba. ¿Destino? A la mierda con todo eso. Sus palabras eran irreversibles y ni siquiera algo como eso iba a destruir lo que había construido con tanto cuidado—. ¿Es así? Porque claramente aquello que querías tomar rechazó tu invitación. Ni tus asquerosas feromonas ni el destino te acompañaron.

—Lo tienes engañado con tus palabras ¡Tú mejor que nadie sabe que lo vas a dejar cuando aparezca tu destinado! —Kagami había logrado posicionarse tras Akashi y de un salto intentó tomar su yugular con una mordida. Un ataque digno de un beast tigre, sin embargo, éste había volteado en el último momento y su cuerpo había caído pesadamente hacia el suelo.

—Eso es algo que no pasará. Tetsuya me pertenece desde el principio hasta mi último respiro —Akashi miraba desde arriba y con desprecio al tigre que se mantenía con el rostro en el suelo. Pisó su cabeza, enterrándola en la tierra—. ¿No lo entiendes? Soy absoluto, alguien como tú no va a interponerse en nuestra vida —inevitablemente sonrió ante el gruñido del tigre.

—¡Grrr! —Kagami estaba haciendo un esfuerzo intenso para sacarse a Akashi de encima, pero sin éxito alguno. ¿Qué clase de monstruo era? Si obviamente era más fuerte que ese maldito león. Por fin pudo librarse de él, poniéndose frente a frente.

—Soy el emperador absoluto de estas tierras ¿cómo crees que un simple tigre va a vencerme? Aunque tal vez si juras no aparecer nunca más en este sitio... te perdonaré la vida —Seijūrō Akashi se sentía bastante benevolente esa noche. No obstante, sabía que no habría otra salida más que la muerte.

—Es mío, Akashi. Entrégamelo —Kagami apretó los puños y su piel empezó a teñirse con leves rayas oscuras. Sus dientes se extendieron y su rostro se alargó imitando al de un tigre. Eran bestias al fin y al cabo.

Un Jardín para este retorcido amorWhere stories live. Discover now