Extra. Belladonas y Dragonetas

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—Sei, levántate —Kuroko Tetsuya movía con suavidad el cuerpo inerte de su esposo que parecía dormir profundamente. Si fuese por él lo dejaría dormir un poco más, pero los gemelos debían comer y mentiría si dijera que podía manejarlos a ambos a la vez.

—Grrr... Voy... voy —como siempre Akashi Seijūrō tenía un mal despertar y en la actualidad mucho más. Sus hijos no ayudaban a que el emperador pudiese descansar correctamente durante las noches. Bostezó suavemente, moviendo la cola—. Era mucho más fácil cuando estaban dentro de ti.

—Eso es porque tú no los tuviste en tu vientre durante nueve meses —se quejó Tetsuya mientras se levantaba con calma para caminar al cuarto contiguo. Habían decidido que esa era la mejor manera para cuidar de sus hijos sin tener que mantenerlos en la misma habitación.

—Pero te veías adorable con tu enorme panza —Akashi lo siguió con pasos lentos y bostezaba una que otra vez. Sus hijos tenían un par de meses y eran una terrible competencia por la atención de su Tetsuya. Aunque sin duda eran unos mocosos adorables.

—Hmph... Claro tú no tenías que lidiar con la incomodidad de tener que moverte con ella —Kuroko hizo un leve puchero mientras se acercaba a la cuna doble en la que los pequeños cachorros se removían y gruñían exigiendo su atención—. Voy, pequeños...

Ambos gemelos con cabello rojizo y mirada bicolor celeste/dorado. Como era de esperarse los dos habían nacido con características de léon, dos varones completamente sanos. Incluso si Akashi se quejaba, adoraba a esos pequeños monstruitos que habían nacido del amor de su vida—. Calma, Seiji, Shiori... —con la delicadeza impropia de alguien como él tomó entre sus brazos a uno de los pequeños para dárselo a Kuroko que se había acomodado en una mecedora estratégicamente puesta junto a la cuna.

Tetsuya era sin duda feliz en esos momentos, tomó al pequeño que le era dado y lo acomodó en su pecho para que empezara a mamar. Le era difícil alimentar a dos pequeños glotones al mismo tiempo, pero Takao había insistido en que los biberones fueran únicamente para saciarlos después. Según su compañero omega era importante que se creara un lazo materno durante los primeros meses.

—Ven aquí pequeña bestia —Akashi levantó al bebé que quedaba en la cuna y rozó su nariz con la de su heredero. Habían llegado a un acuerdo con los nombres y sinceramente, aunque era un poco afeminado, creyó que Shiori era un nombre hermoso. Así como su madre. El pequeño cachorro en sus brazos se removía risueño entre leves sonidos.

Tetsuya sonrió con calma, sin duda Sei era un buen padre a su manera—. Acércalo, no queremos que llore —apenas Akashi acomodó al cachorro del lado contrario de su hermano, Kuroko suspiró lleno de calma. Se había acostumbrado a la vida de madre.

—Son unos lindos cachorros —Akashi se arrodillo a las piernas de Tetsuya y recargó el rostro en su regazo mientras observaba a sus hijos alimentarse. Era uno de esos momentos íntimos que compartían. Su cola se movía lentamente y de su garganta se emitía un suave ronroneo.

—Lo son... —Kuroko ocupaba sus brazos en los niños, pero eso no evitaba que rozara su nariz contra sus cabecitas. El instinto materno había aflorado en él desde los primeros meses de embarazo, era una madre dedicada.

Seijūrō estaba completamente embelesado con aquella visión y no tenía ningún arrepentimiento. Claro que los meses anteriores al nacimiento de los cachorros habían sido terribles, Kuroko estaba lleno de hormonas y cualquier movimiento en falso terminaba con él durmiendo en otra habitación. No obstante había cosas inolvidables como la emoción cuando los pequeños se habían movido por primera vez, su lindo omega haciendo un nido para ellos y el terror de las primeras contracciones.

Kuroko mantuvo su mirada sobre los cachorros por unos segundos más antes de desviarla hacia su alfa que los observaba con devoción. No había nada que lo hiciera más feliz.

Akashi mantuvo la mirada fija en su pareja. Incluso si su amor era una flor venenosa en proceso de germinar, todo estaría bien... porque Tetsuya tenía el antídoto. El futuro prometía muchas cosas para ambos y ninguno de los dos estaba dispuesto a abandonar el Jardín de su retorcido amor.

Un Jardín para este retorcido amorWhere stories live. Discover now