Bárbara era una chica bonita, no demasiado inteligente, pero cariñosa y sabia. Tenía 25 años, un novio y una gran herencia. Con el dinero de la herencia de sus padres, la pareja compró un lindo terreno y construyó una casa muy femenina, pero muy imponente. Su novio no estaba muy de acuerdo, pero sabía que ella quería esa casa para hacerla feliz.
Su novio, Kennedy, trabajaba de ingeniero,lo que venía genial para los arreglos de la casa. Bárbara había pensado en su trabajo mucho tiempo, incluso quiso ser astronauta, pero se decidió a trabajar de todos los empleos, en historias, escribiendo. Kennedy le armó una computadora algo especial, que tenía como función principal mostrar historias, enviar archivos de Word a ser revisados para escritores, etc.
Ambos vivían muy felices comiendo ensalada (perdices no comían, eran vegetarianos de pies a cabeza, aunque cada tanto comían alguna carne), hasta que un día decidieron invertir en una compañía. Esta terminó por rivalizar con la empresa de Kennedy, y lo echaron del trabajo por crisis. Volvió a buscar empleo, encontrándolo, pero lo que cobraba no se comparaba a los gastos de la casa o la vida cotidiana. Bárbara tuvo que trabajar mucho más, y apenas se veían por la noche.
Un día, la jovencita estaba paseando por el parque, cuando pasó un hombre medianamente mayor, muy bien vestido, ofreciendo trabajo. Ella llamó a su esposo para conseguirle un trabajo mejor, con esos tiempos difíciles que venían. Afortunadamente, el gordinflón rico y viejo señor lo aceptó como técnico y reparador de oficinas. "Ojalá se les rompa algo pronto" pensaban ambos.
Parecía que la buena suerte no se había ido del todo.