1| ÉL

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K A R O L

Miro hacia el techo y respiro hondo varias veces. Tengo tanta inspiración, tantas letras encerradas en mi cuerpo pidiendo a gritos salir, tantos sentimientos queriendo ser convertidos en melodías, pero mi mente está preocupada en mi madre, sigue enojada conmigo y no entiendo ni el por qué.

Tomo el celular y vuelvo a marcar su número.

Suena una...

Dos...

Cortan la llamada.

Así ha sido desde la mañana. 

Me levanto de la cama y me dirijo al armario, reemplazo la pijama por un pantalón y me coloco un abrigo. Dejo la computadora sobre la mesa de noche, tomo las llaves de esta misma y me voy. 

No entiendo porque las personas en lugar de decirte el problema, se convierten en uno. Digo, es mi madre y la amo, pero es estresante su actitud. No soy una maquina que solo debe trabajar, además de su artista soy su hija, pero solo me trata como lo primero dicho.
El aire hace que mi pelo baile y yo sigo caminando en busca de concentración ya que inspiración tengo de sobra. Las calles alumbradas y con ese ambiente navideño que tanto me ha gustado desde siempre. 

Recién empiezo mi carrera musical y aún estoy en busca de mi verdadero estilo, pero intento dar todo por el todo y creo que todo el esfuerzo que hago (y el que mi mamá me exige), vale la pena. Está dando sus frutos, aunque aveces me agoto, casi no tengo descanso y claramente al final del día termino exhausta. Además que cuando tengo días libres me tomo el tiempo de salir a visitar el lugar donde esté y sacar algunas fotos para darles contenido a mis admiradores, no me gusta desaparecer por mucho tiempo. 

—¡Karol! —escucho una voz masculina a mis espaldas, giro y sonrío pesar de que segundos antes mis ánimos decaían— ¡Karol! —repite el chico acercándose un poco más y lo ayudo con el trabajo caminando hacia él.

—¡Hola! —saludo, moviendo mi mano derecha de un lado a otro con lentitud y sin perder esa sonrisa que siempre esperan que tenga. Siempre debo ser esa chica alegre sin perder mi brillo, eso es lo que esperan de mí, que siempre sonría.

—No puedo creer que seas tú —me dice el chico con una sonrisa enorme en su rostro, realmente amo ver a las personas feliz y amo contribuir a que las personas sean felices.

—¡No manches, eres mexicano! —casi grito, emocionada por encontrarme un paisano por aquí— Pues si, la mera, mera —digo con un tono gracioso y el castaño frente a mí ríe.

—¿Te puedo abrazar? —pregunta con cierta mueca nerviosa. Sus ojos al instante cambian de dirección y suelta una risita nerviosa.

—¡Obvio que puedes! —exclamo, acercándome y abrazándolo yo, sus brazos me rodean, siento un cosquilleo en mi cuello y, asustada, me alejo.

K A R M A   |ruggarol|Where stories live. Discover now