No se sentía bien... no se encontraba bien...
Nathan caminaba por la acera, tambaleándose de un lado a otro con el rostro crispado de dolor. Bajo su nariz corría un hilillo carmesí, que poco a poco se extendía por su camisa blanca, tiñendola a rojo...
Rogaba a Dios que acabase con su sufrimiento, porque lo único que deseaba en ese momento era morir... el sol le quemaba en la cara como lava, aún estando en otoño. Miraba a todos lados, esperando ver alguna señal de vida... y en ese momento se dió cuenta que ni siquiera recordaba su nombre o en donde vivía... incluso que en que día se encontraba.
Dobló en la esquina, deteniéndose de la pared, tratando de tomar aire sin lograr mucho... la sangre tapaba sus fosas nasales. Aún se encontraba rezando a quien quiera que estuviera escuchándolo... de momento le llegó a la cabeza algo que alguna vez escuchó: "el dolor es mental... si te concentras en cualquier otra cosa el dolor será menor...". Decidió intentar, pero el mismo dolor no lo dejo ni siquiera pensar.
Siguió caminando con bastante esfuerzo, un paso más pesado que el anterior... estaba cansado, su boca estaba seca... pensó en dejarse caer justo en donde estaba, pero aún tenía una pizca de esperanza... tenía que haber un hospital cerca, ¡tenía que haber alguien!. Las piernas le fallaron, haciéndolo caer de rodillas... comenzó a toser sangre, estaba sofocándolo...
Gateó con lentitud varios metros más... hasta que la vió...
Una mujer cruzaba la calle, sin percatarse de su presencia... iba escuchando música con audífonos. Caminaba al ritmo de la canción, volvía a pie de la casa de su hermana, buscaba tranquilidad y le parecía perfecto pasar por aquella avenida que casi siempre se encontraba desierta...
Nathan la observó por un momento, decidiendo creer si era real o si su mente le jugaba malas pasadas. Sentía que la cabeza le explotaría en cualquier momento, la llamó con la voz ronca, su garganta seca. La mujer no le oyó, seguía caminando, alejándose cada vez más. Nathan lloraba de desesperación, sintiendo como el azfalto le quemaba en las palmas de las manos. Sólo tendría una oportunidad, ya no tenía fuerzas...
Se arrastró hacia la pared más cercana y se recargó en ella, cerrando los puños, respiró profundo por última vez y gritó... sintiendo como si escupiera fuego por la boca.
—¡¡AYUDA!!— la voz se le cortó al final. Comenzó a sollozar, sintiendo como la sangre le impedía respirar de manera correcta. Pequeñas gotas carmesí que brillaban con el sol comenzaban a formar un círculo irregular en la acera.
La mujer había escuchado apenas un murmullo, el volúmen de la música era demasiado alto. Miró hacia atrás, esperando encontrar a algún perro callejero, pero lo que vió la sorprendió...
Nathan cerró los ojos, pidiendo que la mujer lo hubiese oído... de pronto sintió que el calor en su cara cesó, así que se forzó a abrir los ojos.
Frente a él estaba la chica, de ojos verdes y cabello dorado, mirandolo con preocupación. A Nathan le pareció bellísima, como un ángel. Ella sacó su celular con manos torpes de su bolso y marcó al número de emergencias.
—¿Estoy muerto?...—
—911, ¿cuál es su emergencia?
—Eh...-la mujer estaba nerviosa—, hay un hombre tirado en la calle, está sangrando mucho... no sé que tiene...
—¿Cuál es su dirección?—la voz del operador era fría, como la de un robot.
La mujer le dio su ubicación entre titubeos, con las manos temblorosas. Eso era algo por completo nuevo para ella, jamás había visto a nadie sangrar por la nariz de esa manera... pero lo que aún la sorprendió más fue que el hombre le preguntó.
—¿Cuál es tu nombre?—dijo entre jadeos. Se tocó la nariz con cuidado, sus dedos estaban rojos, ensangrentados.
La chica lo miró preocupada. Se acercó a él mientras acomodaba de nuevo sus ideas dentro de su cabeza, Nathan la miraba como un idiota.
—Astrid— dijo sonriendo nerviosa, Nathan cerró los ojos. La cabeza le explotaría en cualquier momento, la sangre ya formaba un charco del tamaño de sus dos puños.
—Astrid...—repitió Nathan, saboreando el nombre, tosió con fuerza varias veces, la sangre hacía que se ahogara, estaba sofocándose.
A lo lejos se oía una sirena, Astrid se sintió aliviada. Se levantó del suelo, levantando los brazos como seña a la ambulancia. Todo se veía borroso para Nathan, la calle se movía de forma irregular. Lo último que vio fue aquel bellísimo rostro, que se distorsionaba al igual que la calle. Había formas que se movían detrás de ella, que se agrupaban alrededor de él, lo observaban.
En ese momento sintió que flotaba... entonces cerró los ojos y se dejó llevar...