III

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Sonó una campanita cuando abrí la puerta de la librería y, antes de poner un pie dentro de ella, el olor a libro nuevo y a roble me invadió las fosas nasales. No era una librería pequeña, pero tampoco era gigante; según entrabas dabas al pasillo principal en el que, al fondo del todo, se encontraba un mostrador, tanto las paredes de la izquierda como de la derecha estaban tapadas por enormes y anchas estanterías cuya altura iba del techo al suelo. En la parte derecha de la tienda había, además, una mesa con dos sofás y un sillón y una estantería más baja pero, a su vez, lo suficientemente larga como para que aquel rincón quedase apartado del pasillo principal. En la izquierda, por el contrario, había varias mesas redondas repletas de libros, cada una con un cartel distinto, tales como; "novedades", "últimas ediciones", "infantil"... En la pared izquierda, después de dos grandes estanterías pegadas a la pared, se encontraba una escalera curva, que daba lugar a la planta de arriba, donde se podían ver las mismas estanterías grandes y gruesas que había abajo, solo que, arriba, iban puestas por filas, como en las bibliotecas. Antes de poder advertir más detalles, un joven que tendría más o menos mi edad se asomó por detrás del mostrador. Parecía sobresaltado e imaginé que fue por el ruido de la campana de la puerta y el hecho de que eran las ocho y media y la librería no abría hasta las nueve. 

-Perdona, pero hasta las nueve y media no puede pasar nadie, ¿no has visto el cartel? -Dijo, saliendo del mostrador y acercándose a mí. 

-No, sí, por supuesto. Soy la nueva trabajadora, la señora Anderson me dijo que me presentase media hora antes de la apertura para poder hablar de lo que estaría haciendo en mis primeras semanas. 

El joven se colocó delante mía. Era alto, muy alto. Tenía el pelo negro lacio y le caía sobre los ojos, unos ojos extremadamente oscuros, cubiertos por gruesas y negras pestañas. Tenía una nariz un poco larga y estirada pero, por la forma de su cara, no le hacía ningún feo. Sus labios dibujaban una mueca, sacando a luz su descontento,  y su piel era tan pálida como la mía. 

-Ah, la nueva. ¿Andrea, era? -Su voz sonaba desconforme, como si le molestase mi presencia. Sin embargo, no iba a dejar que su mala actitud me contagiase. 

-Alexia. Alexia Sheridan, encantada. -Dije, con la sonrisa más amable que pude poner, a la vez que estiraba mi mano derecha hacia delante, con la intención de saludarle. Él hizo un gesto vago con la mano, pareciendo desinteresado y se dio media vuelta, de camino otra vez al mostrador. Como no sabía que hacer, decidí que seguirlo era la mejor opción; sin embargo, en cuanto di el primer paso, volvió a hablar. 

-Margaret se encuentra arriba. 

Con el nuevo destino en mente, me dirigí a las escaleras que había visto al entrar, en la parte izquierda de la librería, un poco camufladas por la forma en la que la pared hacía esquina. La escalera era de madera y la barandilla estaba sujeta a la pared, de modo que solo los escalones se sujetaban entre sí. Conté quince escalones antes de dar con el suelo de la planta de arriba. Allí, era lo mismo que había imaginado con lo poco que había visto desde abajo; hileras de grandes y altas estanterías que iban desde el techo al suelo. La luz entraba desde la pared del fondo, donde había una gran cristalera que ocupaba casi la mitad de la altura de la pared e iba desde un extremo a otro, la luz del día que se colaba por allí brindaba una agradable y acogedora sensación a aquel que estuviera allí. 

-¿Señora Anderson? -La llamé, alzando un poco la voz. 

Un minuto después, una señora de mediana edad salió de detrás de una de las estanterías. Ella, al contrario del joven anterior, se dirigía a mí con una amable sonrisa. Echó un vistazo al reloj que adornaba su muñeca derecha. 

-Muy puntual. -Señaló, pareciendo satisfecha, una vez delante mía me tendió esa misma mano a modo de saludo. Se la estreché mientras la dedicaba, a su vez, otra sonrisa amable. -Encantada de conocerte por fin, tenía muchas ganas. 

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⏰ Última actualización: Aug 13, 2019 ⏰

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Coffee ↬ tom hiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora