Frente al espejo se encontraba Yoko, este reflejaba por completo su silueta, ella analizaba cada característica de su cuerpo, sonreía ante la obra del paso del tiempo en ella, mucho años atrás había quedado su hermosa silueta juvenil y ahora su carne reflejaba su edad, no sentía ningún remordimiento ni ningún complejo, había vivido una vida plena en la superficie bajo la luz del sol y de la luna como él lo había deseado, inspirada por él , ella dio todos sus años de vida para enseñar a los más jóvenes y mostrarles el universo de posibilidades que tenían encargándose muy bien de mostrarles quienes habían sido los que con su esfuerzo les brindaron aquella paz que disfrutaban.
Ella ya se había retirado de la enseñanza, en palabras de Simón era turno para la nueva generación de abrir el camino a aquellos que venían detrás. Yoko aunque nunca fue madre vio crecer a tantos niños y a los hijos de estos, que los consideraba suyos.
Ella veía su silueta y estaba satisfecha con el camino que había recorrido a lo largo de su vida, su única tristeza era haber perdido a Kamina, hacía décadas había comprendido el significado de su muerte y entendía que el la esperaba más allá de la muerte.
Vivió cada día como si fuera el último, aunque jamás entrego su corazón a otro hombre ya que este le pertenecía a Kamina quien estaba en cada latido de su corazón más allá del infinito universo. Después de la guerra contra los anti espirales y verlo por última vez, sabía que lo vería el día de su muerte, no apuró su paso, sabría que él siempre la observaba y que la esperaría las décadas que fueran necesarias, se rio al imaginar lo que diría Kamina al verla anciana.
Yoko con una delicadeza y una gracia que cualquier mujer joven le envidiaría, se puso su hermoso vestido de pijama y cepilló su ya blanco cabello, su instinto le decía que algo maravilloso ocurriría, Morfeo la tentaba a caer en su sueño y ella sin prisa se recostó en su cama en busca del sueño.
Lentamente fue quedando dormida, a medida que su sueño se hacía más profundo, su pulso fue decayendo, cada latido fue más lento y menos fuerte que el anterior hasta que su corazón, aquel que rugía en batalla, se detuvo por completo y una hermosa pero sutil sonrisa se dibujaba en su rostro.
El olor a azufre la había despertado, la dureza del suelo le tallaba en su espalda descubierta, así que se levantó, viendo sus piernas rejuvenecidas con unas inconfundibles prendas de su juventud, al fondo divisaba varios volcanes en el fondo, la última vez que los había visto Kamina la había liberado del laberinto de los anti espirales.
Yoko de repente comprendía lo que ocurría, aquel escenario tan realista no podía corresponder a un sueño, tampoco era tan deprimente como la realidad de los anti espirales, giró hacia todos lados pero el lugar estaba desolado, sabía que su tiempo había terminado en el mundo que la vio nacer, en aquel mundo donde lo conoció a él.
Su cuerpo se estremeció al no sentirse sola en aquel lugar, una presencia estaba detrás de ella, tenía miedo de girar y no encontrar a quien buscaba, pasaron varios segundos y finalmente tomó valor para girarse, al hacerlo, él estaba allí así como lo había visto en aquel sueño, así como lo había visto cuando compartieron su primer beso.
Pasaron varios segundos observándose en silencio, sus ojos se saciaban con aquella masculina silueta que por años deseaba ver, él permanecía con aquella característica sonrisa, contemplaba a aquella mujer a la cual jamás dejo de observar, con la apariencia que la comenzó a amar.
Con sus miradas se decían todo, sabían lo mucho que habían esperado ese momento, los ojos de Yoko se humedecieron por las lágrimas de alegría al saber que por fin estarían juntos. Ambos apresuradamente disminuyeron la distancia en un fuerte abrazo, Yoko sollozaba y Kamina la abrazaba como si fuera a desaparecer.
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El amor es infinito como el universo
RomanceAl final de su vida ellos se reencontrarían y con el poder de su espíritu harían posible lo imposible.