Escuchar su nombre eran malas noticias. Lo eran para las mujeres que escondían a sus hijos y reprendían celosas a sus esposos para terminar culpándolo de nuevo.Siempre al jovencito de cabello negro y granate mirar cuyas pisadas en el camino provocaban caos incesante. Peleas con saldos mortales para ver quién era el maldito afortunado que lograría cruzar palabras en un intento banal de conversación.
Lo aburrían a morir.
-Es asqueroso.
-Es horrible.
-¿Cuándo va a largarse y dejarnos en paz de una vez por todas?
Siempre mujeres de distintas edades. Estúpidas, les era más sencillo acusarlo a reconocer que eran sus parejas los infieles sin escrúpulos.
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Su risa se extendía hasta resonar en las cuatro paredes de su habitación en los días en que no se encontraba trabajando o cuando de su madre y hermanas.
Porque reír siempre fue infinitamente mejor que llorar revolcado en su dolor.
La belleza pareció enamorarse de él en cuanto nació, haciendo la promesa de no abandonarlo nunca.
Un típico regreso a casa era sinónimo de peleas estúpidas, de sangre que manchaba sus zapados y en diversas ocasiones, heridas provocadas por supuestos enamorados suyos.
La palabra odio le parecía funesta, en cambio si utilizaba su contraparte era mucho más fructífero, útil y sencillo de aparentar. Consiguió sobrevivir en su mundo coloreado de bermellón pútrido.
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Las penumbras y desdichas de sus noches fueron recompensadas una a la vez consiguiendo darle una mejor vida a las mujeres que más amaba con el alto precio de ser odiado por ellas.
Estaba de acuerdo con eso, entre menos se involucraran en su ascenso de un negocio tan turbio menor sería el peligro al que estarían expuestas.
Pese a que existían días en los que deseaba son ferviente deseo haber nacido como un niño común y corriente. Jugar con los demás niños, discutir con algunos por ser molestado para hablarle a la niña que le gustaba, dibujar, escribir y cantar con todo el potencial que en su ser decidía.
Y no ser especial.
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Fue el día exacto, como si todas las cosas y un dios en el que no creía se apiadara de él. Jamás lograría olvidarle, porque fue único en todos sus aspectos. Después de una lluvia torrencial cruzando por el verano, un arcoíris sangriento atrevió a manchar con su casi imposible presencia el cielo, al igual que él.
Fue después de casi morir a manos de tantos "perros salvajes" hambrientos de su carne. Él barrió rápidamente con ellos, tratándolos como la basura insufrible que eran. No creyó alegrarse jamás de conocer a alguien como él. Con fuerza inhumana, ojos fieros e intimidades, herido de diversas maneras pero jamás derrotado.
Permitió entonces, dejar que Shizuo fuera el primero en ser verdaderamente cercano a su ser.
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Aunque parecían odiarse.
De manera profunda y destructiva, inolvidable y violenta. Así era la relación que habían construido a base de golpes, insultos y promesas de asesinato.
Con susurros confidentes, frases hirientes y un acercamiento certero.
Aquella palabra que sólo había escuchado en su niñez como un mero cuento de hadas que jamás sucedía cobró significado la primera ocasión en que se besaron: Destinados. A compartir sufrimiento y experimentar necesidad uno del otro.
Sus almas se habían reunido anhelantes desde que fueron creadas por el universo cruel y maravilloso
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¡Feliz Cumpleaños Orihara-San!
FanfictionPequeño one-shot para conmemorar el nacimiento del informante de Shinjuku.