El amor sabe a Café

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Este es un drabble AU donde Shizuo es un camarero e Izaya es un empleado de oficina. Les imploro que lo disfruten, actualizo aquí para no romper esta bonita tradición.

¡Feliz cumpleaños a Orihara-san!

———

Incluso cuando la tarde ahuyenta a media ciudad de vuelta a su hogar él sabe a la perfección que independientemente de la hora su departamento se encuentra vacío. Concluye entonces que da igual si se trata del inicio de la semana, que no importa en absoluto si se trada de las 5 del pleno ocaso o las 4 de una desolada madrugada, nadie lo ha esperado nunca y ese día en no sería la excepción.

Por ello se decana por aquél café-bar del que sus compañeros del trabajo le han insistido tanto acudir pero que siempre termina rechazando por el desagrado de pasar tiempo con unos imbéciles que entorpecen su eficiencia en la oficina. Y no es como si él fuera mezquino para escoger sus amistades, es sólo que no tolera la mediocridad ni la hipocresía.

Un tintineo se hace presente al instante en el que el tiempo pareció derretirse entre el naranja que posaba elegante sobre las mesas redondas del lugar. Sus rígidos hombros dieron tregua al dolor por relajarse al permitir el delicioso aroma a café invadir su olfato. Mas lo verdaderamente cautivador del asunto fue el joven detrás de la barra. Fue como si sol mismo tomara forma humana en un muchacho alto, rubio y de preciosos ojos color miel que le sonrió con una amabilidad propia de quien está acostumbrado a la atención momentánea. No, él jamás había creído en esas patrañas del "Amor a primera vista". No después de dieciséis relaciones de las cuales diez terminaron por infidelidades y las restantes por (a palabras de sus ex's)  falta de supuesto interes. En cambio se encontraba ahí, sentado en uno de los bancos de almohadilla marrón recargando su mentón sobre su mano conectando sus inusuales ojos rojizos con aquél par de caramelos que lo observaron con una ceja enarcada y una sonrisa que le pareció encantadora.

—Bienvenido señor cliente ¿Piensa ordenar algo o se quedará mirando hasta el amanecer?

—Estaría encantado de hacer lo segundo de no ser porque ya estás por llamar a la policía.

El más alto colgó el teléfono y lo miró cruzando los brazos, intentando descifrar un poco de aquél inusual cliente encontrando en aquél hombre de cabello azabache y un par de ojos que en su vida había visto jamás,  una mezcla exótica del típico asalariado con un toque de cansancio por la vida.

—Empecemos por un café entonces -respondió recobrando la compostura que el pelinegro le había arrebatado desde que ingresó- ¿Qué desea ordenar?

—Tu café favorito endulzado con el caramelo de tu hermoso mirar.

El prolongado silencio que invadió al bonito local fue desgarrado con la risa estruendosa del barman.

—Patético ¿No es así? -captó el nombre grabado en la plaquita dorada de su chaleco- Puedes reírte, admito que sonaba mejor en mi mente. 

—Apestas para esto del cortejo señor cliente. -pronunció manipulando una taza del más puro color blanco  colocandolo al lado del artefacto que utilizaría para tal magnífica labor.

—Izaya, Orihara Izaya, futuro Heiwajima Izaya si lo prefieres.

El maletín de cuero yacía olvidado a sus pies, el burbujeo armonioso de los granos molidos haciéndose uno con el agua caliente en un vals que derritió sus sentidos. Olía estupendo, de pronto las miles de horas encerrado en las cuatro paredes cubículo, la corbata que lo estrangulaba hasta asfixiarlo y la rutina que lo estaba matando poco a poco se desvanecieron al entrar en contacto con aquél líquido de divino sabor.

Una taza tras otra, una bebida más amarga o más dulce que la anterior, una plática amena de la que poco o nada logra recordar, pero sí recuerda ser acarreado hacia un taxi entre risas  y un millón de balbuceos de los que está seguro, eran estupideces de un ebrio. Sin embargo aún a la fecha piensa que entre toda esa sarta de estupideces algo tuvo que hacer bien,  no mentira nunca al decir que  se sorprendido tanto al encontrar un nuevo contacto en su teléfono a la mañana siguiente que la emoción y la euforia vencieron incluso a la terrible migraña que le estaba taladrando la cabeza.

La vida es curiosa, impredecible y a veces bastarda. Y sin embargo, de vez en cuando le habría paso a esos momentos dulces en el que no podía pedir otra cosa mas que permanecer un poco más de ese modo.

—Shizu-chan, Shizu-chan, Aaahhhg,

Podía verlo entrar y salir implacable de su interior. El  movimiento desesperante de su pecho para continuar respirando podía esperar, estaba seguro de eso cuando volvía a unir sus labios y sentir la ligera succión de su lenga y él, tan inmerso en hacerlo sentir bien, sumergido de igual nodo en su propio placer, le otorgaba con total libertad  permitirle  dibujar trazos imperfectos sobre su espalda.

—Carajo Izaya, no... No aprietes tanto.

Una cosa más sobre la cual el pelinegro no podía mentir es que amaba las tardes tanto como amaba a Shizuo. El color naranja de un lapso perdido entre el día y la noche le recordaban tanto a él, a su aroma a café que le fue imposible no entregarle por completo su putrefacto corazón.

La entrada de su nuevo departamento, mejor dicho el piso de madera  vacío y las incontables cajas de cartón que contenían sus pertenencias y recuerdos, era su escenario a medio construir que consideraron ideal para desbordarse entre gemidos, insultos, mordidas y ya tres orgasmos que gritaron al unísono.

—Ah... Imposible, no puedo, Shizu-chan es demasiado energético.

—No lo digas de ese modo, suenas como un viejo. Me causa repelús.

—Pero Shizu-chan, sí soy mayor que tú -su ceño se frunció de inmediato- Ahggg no, se siente peor en cuanto lo digo en voz alta.

Y es justo ahí cuando esa inseguridad de la cual todo adulto se abstiene de sacar a flote lo invade. Tiene miedo y lo sabe, le aterra cometer el más mínimo error que aleje a Shizuo.

—Oye Shizu-chan -pronunció en un hilo de voz- ¿Tú no vas a dejarme, cierto?

El más alto abandonó su lugar junto a él para levantarse y urgar en una de las cajas de cartón, sosteniendo una foto enmarcada con detalles en dorado y negro acompado de una  bolsa de papel. 

—Izaya, llevamos dos años casados.

—Lo sé, pero...

—Los "pero" están prohibidos -besó su frente, su mentón y regresó a sus labios- Eres el dueño del resto de mi vida desde que  cruzaste la puerta del Café con esa basura de coqueteo.

Arrojó la bolsa entre las piernas del azabache, la curiosidad pudo más que el nudo en su garganta al urgar en el contenido de esta. Era una corbata roja con una taza blanca en bordada al reverso.

—Feliz Cumpleaños, señor cliente -pronunció enredado sus dedos deparando en su argolla de compromiso- ¿O debería decir Heiwajima Izaya?

Los acuosos orbes del pelinegro desbordaron un par de silenciosas lágrimas. Era él, el indicado de llevar sus sentimientos al máximo esplendor.

—Lo segundo, Shizu-chan. Siempre voy a preferir lo segundo.

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¡Feliz Cumpleaños Orihara-San!Where stories live. Discover now