Mientras observaba a ese peculiar anciano ciego regando las plantas que tenía colgadas en su balcón, con tanta paz y felicidad que parecía conectar con el viento que fluye a 20 pisos de altura. Liz me comentaba que durante la gran depresión, las personas se cansaron de hacerse cargo de los ancianos ciegos y se mudaban a altos edificios, para darles la oportunidad de escapar de la vida de una manera rápida y llena de adrenalina.
-Es por eso que mi madre acogió a mi tío que abandonaron sus hijas, que poco después se suicidó, saltó desde donde estas parado. Me dijo, - Lo sabemos porque uno de sus zapatos quedo en el barandal que estas sosteniendo...
Sorprendido la miré y ella con una sonrisa culpable me dijo que todo era una broma, que en realidad muchos ancianos viven aquí porque son apartamentos baratos que su jubilación puede pagar. Y rio más, sin embargo para mí se sentía como un lugar mágico en ese momento a 30 pisos de altura con el cielo anaranjado por el atardecer, viendo de frente a aquella dulce niña de piel suave y morena, con sus ojos amplios e inocentes y su vestido rosado floral, parecía una muñeca de porcelana.
Se quedó en silencio después de disfrutar la broma que me había hecho y nos quedamos viendo hasta que llegó su madre a casa.
Entramos a la pequeña sala. Sentados alrededor de la mesa que presionaba mis rodillas por más que buscara la manera de darme espacio. La madre de Liz frente a mí con una amplia sonrisa mostraba toda la comida que había comprado
Yo solo observaba a Liz sentada en aquel sillón viejo junto a la puerta del balcón, tan delicada y hermosa como una flor; Sus piernas lisas iluminadas tenuemente por el atardecer, aunque no había lámparas encendidas, la luz entraba justo en la dirección en la que estaba sentada, la hacía ver como un ángel.
-Mira lo que compre para ti! , exclamo más emocionada su madre; - Una flor, para que la uses en tu traje esta noche. Me la coloque y nos pidió que posáramos para una foto.
Buscando espacio entre la mesa y la puerta de salía junto al refrigerado, la Señora Marlem nos tomó una foto desde donde estaba, sin levantarse pero entusiasmada.
-A ver la foto, dijo Liz. Y la señora nos la mostro, Liz sonrió pero yo no estaba satisfecho con esa foto, con esa ni ninguna que hubieran tomado en ese momento, a pesar de mi traje caqui, camiseta verde y corbata negra. En mi mente yo no era así, yo era mejor, más elegante, más limpio, más fornido, más exitoso.
Ya en el teatro, caminando en medio de gente que esperaba para entrar a la sala. Yo repasaba en mi mente los trucos que iba a hacer.
Yo estaba programado para el final de la noche. Esperando la obra final, todos observando el escenario vacío, pero se sorprendieron al verme entrar por el corredor como era poco común. Presentándome con elegancia, hice una reverencia para mi público.
Avanzando confiadamente, subí hasta el escenario. Con mi cuerpo expresaba lo que mis palabras comunicaban. – Estoy en mi lugar, -Estoy en mi hábitat, -Aquí pertenezco, repetía en mi mente. Mientras me expresaba en el escenario
Aunque era la primera vez que me presentaba en un lugar tan elegante como ese, yo sentía que lo dominaba como si yo mismo lo hubiera construido.
Para mi tercer truco, mostré mi mano llena de aguas grandes a la vez que entonaba una melodía de ópera, pero al cerrarla, las aguas no desaparecieron. Atravesaron mi mano de extremo a extremo.
La gente quedó asustada, sorprendida, preocupada pero yo cantando ocultaba mi mano en una tonada grave y alargada que parecía entrecortarse con el dolor.
Al llegar al punto más alto de la melodía, hice un movimiento brusco, saqué mi mano de atrás y la mostré en alto al público; Limpia, sin heridas, sin aguas. La gente no sabía que creer y se impresionaron aún más al ver que las aguas ahora estaban en el regazo de cada uno de ellos. Quedaron maravillados, un truco dentro de otro truco
En mi septo apto incendie un ramo de flores en mis manos, que fueron a parar en forma de rosas entre los primeros asientos.
Para el final. Ya con las personas impresionadas por mi fluidez e innovación en escenario, pregunté; Acaso hay algo que yo no pueda aparecer? Y un asistente cómplice dijo en voz alta;
- Un cavernícola!
Y casi danzando extendí mis manos hacia el final del corredor donde venía el dueño del Teatro caminando erguido con una sonrisa de lado a lado sin mostrar los dientes, seguido de sus dos gorilas * digo guardaespaldas*. Era llamado popularmente cavernícola por su tamaño y su manera de expresarse.
Bajé del escenario y caminé por el corredor de frente hacia él. Mientras todo se llenaba de neblina veía sus ojos de aprobación casi diciéndome – ''Lo hiciste de maravilla maldito bastardo''.
El humo se hacía más espeso mientras nos acercábamos, casi pareciendo que íbamos a colisionar. Desaparecí en medio de la neblina y mientras bajaba a la sala vacía justo debajo de donde hice mi gran presentación, ví como el Cavernícola subía al escenario y recibía todos los aplausos
Ya en la sala B que era idéntica a la de arriba pero sin aplausos, sin personas, solo yo. Se sentía como si hubiera estado en el paraíso y ahora hubiera sido abandonado en aquel limbo oscuro.
Me quede en silencio, de pie en aquella habitación apagada con una mezcla de satisfacción y soledad, hasta que entro Liz a la sala; Ella ya sabía mis trucos, todo lo que haría y donde estaría al final. Casi había olvidado que me había acompañado a la obra, estaba embriagado de excitación en el show y ahora de melancolía.
-Estuviste increíble, su voz suave me saco del trance.
Veía su silueta acercarse delicadamente por el oscuro pasillo en medio de los asientos vacíos, se detuvo frente a mí con sus ojos bien abiertos. Mirándome hacia arriba, como un gato ve a su amo, con amor e inocencia.
Allí la tome, en el piso de aquella sala oscura. Recordando también todas las veces anteriores que lo habíamos hecho con esa sensación de placer y culpa al pecar contra Dios.
-Qué tal si nos mudamos a la capital? Me pregunto mientras sostenía mi brazo de regreso a su casa en aquellas calles solitarias.
– Se dice que allá no es discriminada la gente de color como nosotros, tendríamos más oportunidades allá, conocerías a tus mentores, tendrías más éxito en...
Tenía sentido. Acabar con el drama familiar de ambas partes, por un lado la mía que estaba decepcionada del hecho de haber dejado la universidad para seguir mi pasión de ser mago y la de ella, que su iglesia le reprochaba el hecho de estar con un joven ya apartado
Mientras me seguía hablando de nuestra posible futura vida en la capital yo estaba pensando con nerviosismo la idea de casarme con Liz. Mi más grande miedo era casarme, despertar un día y descubrir que ya no amo a aquella mujer que le jure mi vida.
Finalmente me aterrizo con la frase de.. – Es que estoy embarazada
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Decisiones de un mago negro
SpiritualJack, un joven mago en una sociedad racista, hace el mejor show de la ciudad, en una noche en la que se da cuenta que su vida ya ha cambiado para siempre.