Mi madre desapareció cuando yo solo tenía siete años y a mi padre no lo conocí.
Entré en un orfanato vete a saber donde. Era un lugar mugriento, parecía que siempre era de noche a causa de los arboles frondosos que no dejaban pasar la luz del sol. Las habitaciones eran de colores apagados con la excusa de que esos colores nos tranquilizaban pero esos colores eran del deterioro y humedades que han habido en los setenta años del edificio. Yo no me sentía a gusto allí sin poder al menos intentar descubrir el paradero de mi madre así que dos semanas después me escapé por el gran ventanal de mi habitación. Estaba en una tercera planta así que bajé deslizándome por las sabanas limpias que Lourdes, una mujer de baja estatura, pelo canoso y muy poca estabilidad las dejó el día que yo salí de aquel lugar. No me costó quitarle las llaves de las ventanas una y otra vez a Alfredo. Lo que si que me costó fue salir por la puerta del patio ya que los últimos intentos fueron fallidos.
Estuve media hora caminando hasta que encontré un camino visible de tierra, lo seguí y tardé dos horas en salir de las profundidades de aquel bosque. Encontré una roca con las siglas BCN inscritas y mas abajo, veinte kilómetros en números romanos. No tenía donde ir y aquel era el lugar donde mi madre trabajaba antes de que nos fuéramos a casa de mi abuela así que no tardé en ponerme a caminar dirección Barcelona. Se me hizo más ameno ya que iba entretenido chutando una piedra; así pasé la siguiente media hora hasta que vi en el horizonte una pequeña casa. Cada paso que daba vaía la casa mas cerca pero se acercaba lentamente. Cuando estuve delante de la puerta no supe si llamar o no. Yo sabía que perdía mucho sino llamaba pero perdiera o no seguí caminando hasta que la voz de mi madre me vino a la cabeza y no dudé en volver. La puerta de madera estaba delante, en mis narices y ahora no me iba a ir. De repente, la puerta se abrió sin que yo picase en el picaporte.
Una señora mayor me atendió, era muy agradable aunque la primera impresión que tuve fue de una señora no muy sociable, pero a medida que la iba conociendo iba cambiando mi manera de pensar sobre ella. Me ofreció unos panecillos, a mi eso me pareció un banquete ya que eso era lo único que nos daban los domingos, los demás días, en aquel orfanato solo había una pieza de fruta por persona de los jardines de aquella mansión para niños sin familia, decidí intentar no pensar más en aquel mugriento lugar aunque, no paraban de venirme imágenes a la mente. La señora me ofreció cobijo en su acogedora casa, parecía como si ella estuviese como yo; sola. Yo le rechazé la propuesta, necesitaba en aquellos momentos a la única persona que creía viva de mi familia.
A la mañana siguiente, me despedí y seguí rumbo a la gran ciudad. Cuando llegué, empecé trabajando sirviendo copas, el dueño de la taberna a cambio, me ofrecía un sitio donde dormir y aparte rodajas de pan con tomate que me ofrecía su mujer. Me iba una hora a escondidas casi todos los días, después ya lo tomé como costumbre, Cada día iba a la calle principal de la ciudad porque tenia un hueco donde cantar y ganarme unas pesetas y si en esa hora no había mucha gente y hacía tanta calor que era insoportable me ponía a reflexionar debajo de un árbol que había a dos manzanas de la taberna. Sé que vivíamos en la gran ciudad pero, ¿Dónde? ¿En que calle? No lo recuerdo pero todos y cada uno de los viernes que me alojé con aquella pareja, me recorría una calle una y otra vez, parándome a cada paso que daba para ver si recordaba algo pero, de que me iba a acordar si los últimos cuatro años que estuve con mi madre fue en casa de mi abuela, me preguntaba. La verdad es que no lo sabía pero algo me decía que las respuestas de todo estaban en Barcelona, un ajuste de cuentas, un robo,... no lo sé. Lo que si sé es que robaba comida para dármela a mi y a mi abuela cuando la echaron de su trabajo. Desapareció de golpe y la dieron por muerta, no sé lo que pasó pero no la volví a ver desde aquel veinte de mayo. Me seguí alojando con mi abuela pero falleció dos años después y ya no tenía a nadie con quien quedarme y fue cuando me alojé en el orfanato FCC.