Relato

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Estamos a finales de primavera, voy con el skate por la calle de camino a mi cafetería habitual, en ese instante escucho un sonido de papel muy cerca de mí, paro con mi skate y miro atrás, hay como una hoja tirada en el suelo.

Bajo del skate y me agacho a cogerlo, cuando lo hago veo que son unas cuantas hojas, no muchas y desde el inicio leo que al parecer son parte del diario de alguien. Me levanto y miro hacia todos los lados pero la calle está vacía. Guardo las hojas en mi mochila, me monto en el skate y me dirijo de nuevo a la cafetería.

Ya en la cafetería, me siento en mi lugar de siempre. Una camarera se me acerca, debe de ser nueva porque nunca la había visto antes, y me pregunta:

- ¿Qué desea tomar? - me pregunta con su tono neutral.

- Un café largo de agua con leche y dos sacarinas. - le pido, por favor, con una sonrisa amistosa a la chica que parece ser de mi edad más o menos.

- En un momento se lo traigo. - dice mientras apunta el pedido y se gira hacia la barra.

En cuanto se va la chica, saco las hojas de mi mochila y las dejo encima de la mesa, y veinte minutos después, no sé si debería leerlas o no, pero dicen que la curiosidad mata al gato y mi curiosidad rebasa los límites así que me encojo de hombros, recojo las hojas de encima de la mesa, y me dispongo a leerlas:

Querido diario:

Nunca me he llevado del todo bien con mi clase, pero eso no había sido un problema hasta ahora. Hace un tiempo, fui a una fiesta en casa de Anna Ortiz la chica más popular y "guay" de la clase, aunque solo lo es por el dinero que tiene.

El porqué de mi mala relación con ellos y no soy aceptada en la escuela es que soy becada. Mis padres no es que fueran pobres del todo pero sí que vivíamos bastante humildemente pero orgullosos, no como ahora. Yo con mis notas conseguí entrar a una de las escuelas más prestigiosas del país, y a raíz de eso el Estado (la gente rica con sus influencias y estereotipos) nos da una subvención con una cantidad bastante desmesurada solo para "no desentonar" entre la gente de la clase alta con la que "nos juntamos" por mis estudios y talento para la música.

En definitiva vivimos bastante bien pero mi origen en la escuela es demasiado "dañino" para mi "reputación", más teniendo en cuenta que no soy de las que le gusta fardar del dinero ni nada por el estilo y suelo vestir ropa más bien normal, a pesar del dinero que mis padres reciben, lo que para ellos se resume en "ropa barata y sin marca" y eso es definición de vulgar, hortera y ordinaria.

Yo no sabía que ir a esa fiesta sería la peor decisión de mi vida, mi asistencia allí fue lo que hizo que el vaso de agua se terminara de llenar hasta rebosar, ya que yo siempre he estado un poco "rellenita" y se han metido un poco conmigo por ello, pero en ese verano había engordado bastante y me daba miedo que se enterasen en la escuela porque sé que todos allí pondrían el grito en el cielo, ya que son unos obsesionados con la belleza, la apariencia física y a todos les importa un rábano los sentimientos y la comodidad.

Esa noche fui al armario y eché un vistazo a toda mi ropa, apenas tengo cosas "de marca" pero a mí eso me daba igual aunque sabiendo quien hacía la fiesta decidí ponerme un vestido que tenía de Gucci que me compraron por mi 17 cumpleaños, unos meses atrás.

El vestido era beis tirando a un amarillo roto, con flores blancas y semiabierto en la espalda. Me recogí mis rizos azabaches en una cola de caballo a media cabeza y me calcé con unas vans negras. Me maquillé con lo básico ya que tampoco quería parecer como las barbies de la escuela que se echan un kilo de maquillaje como si fuesen a salir en la tele o ir a eventos importantes aunque solo vayan a ir a clase a una simple excursión.

El cuerpo de los espejos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora