dos

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Entré a la sala de espera, recepción, lo que fuera ese gigante lugar en busca de la llave de mi cuarto. Caminé hacia la amable chica de la barra, mientras sacaba de mis bolsillos los AirPods.

—Hola.—saludé. —Anne Woods.

—Buenas noches.—saludó la mujer. —¿Código?

Alcé mi mano para que pudiese ver claramente el código de mi brazalete. ¿Buen camuflaje, no? Fue idea mía.
Comenzó a escribir en el teclado de la computadora. Después de un corto tiempo de espera, sacó la tarjeta que me dejaría entrar a mi habitación.

—Bienvenida, Anne.—me entregó la tarjeta. —Último piso, suite número dos.—le agradecí y me dirigí hacia el elevador.

Había mucha gente caminando por el lugar. Supongo que porque había de verdad un desorden incontrolable fuera del hotel.
Coloqué los AirPods en mis oídos, pique el botón del elevador y saqué mi celular de mi mochila.

El elevador se abrió y entré. Se sentía como si viniera sola. Y no lo digo de una manera triste, sino, se sentía bien. Estaba conociendo un lugar por mí misma.

Piqué los botones y el elevador cerró. Mientras subía, empecé a escoger alguna canción de mi biblioteca. Me desesperaba que ya había escuchado las mismas y no tenía nada nuevo, así que lo puse en aleatorio y bloqueé mi celular, metiéndolo en mi bolsillo trasero.
Ilomilo de Billie Eilish, nada mal.

—Mierda.—susurré.

Olvidé llamar a Thomas.

La puerta del elevador se abrió y comencé a caminar por el pasillo, mientras tenía la mirada fija en mi celular. Estaba buscando a Thomas en mis contactos, mientras metía la tarjeta en la puerta. No abría.

Pendeja, está al reves.—me dije y la voltee, haciendo que está se abriera.

Continúe parada frente a la puerta, ¿tan difícil era encontrar a Thomas?

Finalmente lo encontré y pique al contacto. Saqué los AirPods de mis oídos, no se si lo sepan, pero el micrófono de ellos es una mierda.

De la nada, el elevador se abrió. Dirigí mi mirada hacia el chico que salió de él, ¿soy la única que siente la energía pesada de la gente? Pues exactamente es lo que me pasa ahora. Lo miré fijamente, estaba cómo loco mirando a todos lados sin salir del elevador. Parecía estar escondiéndose.

—¿Necesitas ayuda?—le pregunté amablemente. Me volteó a ver. Mierda. —Ouu.—dije con mi boca en círculo. Reí cínicamente. —No puede ser. ¿Finn Wolfhard?

El chico me miraba, probablemente es mala idea decir su nombre sabiendo que está asustado.

—¿Qué piso es este?—preguntó agitado.

—El último piso, campeon.—contesté. El elevador estaba a punto de apachurrarlo así que salió disparado de él.
—¿Qué?—se pegó en la frente.

—¿De verdad no sabes qué piso es? Debiste haber picado a los botones del elevador para subir.—le dije.

El chico pareciera no haberme escuchado. Se mordía las uñas mirando el lado derecho del pasillo, miraba cómo loco las escaleras.

—¿Qué tan rápido se puede subir aquí por las escaleras?—preguntó, aún sin mirarme.

—No lo sé. No vivo aquí...

Se escucharon los gritos y las pisadas de la gente en las escaleras. De verdad, era una ola y se podía ver gracias a la sombra y ruido que se hacía.

Finn se recorrió hacia atrás, de verdad se veía asustado. No era a mí a quien perseguían, así que seguía intacta.

En cuestión de dos segundos una chica castaña ya estaba en el pasillo. Lo miró y sus expresiones dijeron todo. Esta loca.

—¡Está aquí!—alborotó.

No lo iba a dejar morir aplastado. Lo tomé del abrigo amarillo que traía puesto y lo metí a la suite. Azoté la puerta con desesperación y cerré con llave.

—Vaya, y creí que estaban aquí por mi hermano.—le dije sarcástica y caminé a la habitación para prender la luz y dejar mi mochila ahí. El chico se aceleró demasiado raro y sacó su celular.

—Nick, contesta...—bloqueó su celular.

Salí del cuarto y lo miré. El chico hizo lo mismo, pero no iba a crear un ambiente de tensión justo en mi habitación o cómo se llame esto.

—Creo que llamaré a seguridad.

Los gritos de las chicas eran cada vez más fuertes, así cómo los golpes a mi puerta.

—Lo siento... No me presenté. Soy Finn.—me ofreció su mano. —Gracias por salvarme.

Sonreí y le di mi mano.

—Anne Stan. Y no te preocupes, no es nada. Igual ya te conocía, no te iba a dejar morir vivo ahí. Sé lo que es esa clase de acoso.—le dije. Solté de nuestras manos y caminé hacia la nevera, de verdad tenía hambre.

Saqué un frasco con parecía ser chocomilk. No juzguen, se suponen que es cena.

—¿Quieres?—le ofrecí.

—No... Gracias.—contestó. Entrecerré mis ojos. Este chico desconfiaba de mí.

—No te voy a asesinar, Wolfhard. No soy una fan encubierta.—le aseguré mientas tomaba de mi chocomilk.

—No, no es eso...—hice cara de no creerle nada. Rascó su cabeza con una sonrisa de nervios.

—Mira, deberías llamar con quién sea que vengas y avisarles dónde estás. Ah, y siéntate. No estés ahí parado. Seguro corriste mucho.

El ruloso asintió y se sentó sobre el sofá. Caminé hacia él, más bien hacia el sofá, necesitaba sacarme los zapatos. Dejé mi chocomilk sobre la mesita y comencé a sacar mis zapatos que ya me estaban ahorcando. A parte de que mis pies me dolían por las tremendas pisadas que Sebas me metió dormido.

—¿Gucci?—me preguntó Finn. Volteé a verlo asintiendo.

—Me los regaló mi hermano.—contesté. —Aun que a veces se los robo a mí madre, me gusta su diseño raro y moderno.

Despegó la vista de su celular y me miró.

—¿Estoy hablando con alguien importante?—reí.

—Para nada. Yo soy completamente ordinaria. Al contrario, yo soy la que habla con alguien importante.—le dije.

—No, no. Yo reserve una habitación, tú una suite. Había escuchado que aquí estaría Sebastián Stan...

—Soy su hermana.—interrumpí. —¡Y soy ordinaria!

—Wow, ¿enserio? ¿Eres hija de los Stan?—me preguntó sorprendido.

—No deberías llamarme así. Llámame Anne, de verdad quiero ser ordinaria.—hice una U hacia abajo con mis labios y el chico rió.

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⏰ Última actualización: May 07, 2019 ⏰

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