La vida es una jodida mierda. ¿Por qué tiene que existir una cárcel para adolescentes? ¿Con qué fin me tengo que despertar a las putas siete de la mañana para estar seis horas sentada, escuchando a diferentes personas que me dicen cosas que no me interesan? Y sí, ya sé. Muchos estarán de acuerdo con las quejas que tengo acerca del instituto, pero también sé que hay muchos que pensarán: "para tener conocimientos básicos y no ser una burra que va por la vida sin saber un carajo de nada". Ojo. Y eso que los burros son, probablemente, más inteligentes que cualquier paleto que va conmigo a clases.
Tras mi, claramente filosófica y sabía, reflexión de cada mañana de los cinco días que tengo que ir al instituto, decido poner un pie fuera de mi amada cama y hacer un esfuerzo descomunal para salir de ella. Con mi mejor cara de zombie recién salido de la tumba y los pelos parecidos a la melena de un león, me voy derechita a la ducha.
Oh, perdonen gente. Voy tan distraída por la vida que olvidé decir quién les está dando este sermón. Les contaré mientras me ducho. Siéntanse afortunados, dejaré mi habitual concierto matutino por ustedes, soy una protagonista genial. Bueno, a lo que iba, ya me vuelvo a ir por las nubes. Mi nombre es...
—¡Chaos! ¡Date prisa que vas a llegar tarde!
Y ahí está mi madre, con su tradicional gritito de las mañanas para que su perezosa hija se digne a asistir a tiempo por una vez en su vida a clases.
Como habrán notado, mis padres me odian. ¿Quién le pone Chaos a su hija si no es con el propósito de arruinarle la vida? Lo mejorcito de todo esto es que siempre me suelen decir: "ay, sí. Pega muchísimo con tu personalidad. Eres caótica". Y no falta el: "pero super divertida y agradable". Como si hacerme un cumplido vaya a cambiarme el nombre o algo.
¡Ya me volví a ir de tema! Perdón, soy un desastre de persona y así me van a aguantar si se quedan conmigo.
Como iba diciendo hace... No sé, hace un rato. Me llamo Chaos Deliber, tengo diecisiete años y me caracterizo por tener de sutileza lo mismo que tengo de agradable: casi nada. Además de poseer dos ojos un poquitín extraños, heredados de mi abuelo por parte paterna, uno marrón y otro azul, cosa que se llama heterocromía. Tengo una adicción de lo menos sana al queso y un amor pasional por los reptiles, implantados por mi mejor amiga que van a conocer un poco más adelante.
—¡Chaos! ¡Ya baja! ¡Te quedan quince minutos! —mi madre vuelve a gritar desde lo que seguro es el amplio comedor de la casa.
—¡Ya voy, joder! —le grito al mismo tiempo que salgo de la ducha, una toalla negra con calaveras rodeando mi cuerpo, porque dark se nace.
Una vez que termino de vestirme y "peinarme", salgo de mi habitación arrastrando los pies, las ganas de volver a mi cama son más grandes que las de comer queso todo el día, pero con tal de evitar los gritos de mi madre bajo a la sala principal para dirigirme al comedor que se encuentra unido a la cocina. Y sí, peinar entre comillas, porque en realidad es una batalla entre mi pelo y yo, la cual suele ganar la melena.
—Hola, Rosie. —saludo a mi madre llamándola por su nombre de pila, todo sea por molestarla desde temprano.
—Ya hablamos sobre eso, Chaos. —me mira enarcando una ceja, poniendo su mejor cara de "deja de molestar ya, pesada".
—Está bien, mami. —hago énfasis en la última palabra con la diversión clara en mi expresión. Me acerco para darle un beso en la mejilla y después voy dando saltitos hasta la nevera, buscando algo para desayunar.— ¿Es que nunca hay algo que haga mierda mi salud en esta casa? —hablo a la vez que miro hacia el interior haciendo morritos con molestia.
—Sabes de sobra que pienso acerca de esas cosas llenas de grasa y no sé qué productos químicos más. —responde hundiendo ligeramente las cejas, como cada vez que algo le parece malo.— Y no quiero más palabras de ese estilo en tu vocabulario. Una dama debe hablar con propiedad. —y ahí está otra vez, su lado odioso e irritante a la luz.
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𝑪𝒉𝒂𝒐𝒔.
Misterio / SuspensoUn pueblo lleno de inquietantes historias pasadas. Dos grandes familias unidas por un único motivo: borrar las terribles huellas que dejan por donde pisan. Y un pequeño grupo de tres amigos con una característica en común: curiosidad. La verdad que...