Capítulo I

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Correr.

Esa era la única salida. Correr lejos de las personas que querían llevársela y aferrarse a su libertad mientras aún la tenía.

Sólo habían transcurrido unos minutos desde que había conseguido escapar de su casa y ya tenía a una camioneta negra y blindada pisandole los talones. No sabía a quiénes había mandado su padre para que la llevarán de regreso pero estaba segura de que no le importaba pasar toda la noche corriendo para que eso no sucediera. Cualquier cosa, LO QUE SEA, sería mil veces mejor que volver a casa con su padre; junto a ese desconocido cruel y despiadado al cual se empeñaba en llamar padre con la esperanza de que en sus ojos, al mirarla, hubiese algo más que odio y desprecio. Mucho menos quería volver a esa casa, aquella prisión que llamaba hogar donde pasaba todo su día encerrada en las cuatro paredes de su enorme habitación en donde dormía, comía, se bañaba y existía durante largos y aburridos días en soledad ya que ni las mucamas tenían permitido dirigirse a ella y largas y frías noches llorando y lamentando el haber nacido ya que, de no haber sido ese su error, no entendía porque aquel hombre insistía en odiarla tanto.

Nunca conoció a la familia de su fallecida madre y su padre se había asegurado de ocultarla del mundo, fingiendo su muerte junto a la de ella y haciendo que todos los que trabajaban para él firmarán un contrato en donde tenían prohibido hablar, escribir o si quiera pensar en la existencia de la niña, a menos que fuera en sus horarios de trabajo para alimentarla y asegurarse de que no escapara. Él le aseguraba que era para protegerla y por muchos años, a pesar del evidente desprecio que su padre le demostraba, siendo aún una niña, ella le creyó pero pronto empezó a preguntarse "¿protegerme de qué... o de quién?"

Distraída en sus pensamientos no advirtió el callejón sin salida que se postraba frente a ella sino hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para ya no tener una salida. La camioneta se estaciono por la única entrada y salida que existía y la cual apenas cruzó hace unos segundos.

Su vista fue de un lado a otro intentando buscar otra via de escape pero lo único que fue capaz de ver fue a los hombr... más bien ¿chicos? vestidos con gafas de sol negras y trajes oscuros que perfectamente se ajustaba a sus cuerpos bien trabajados, bajaron del vehículo, uno del asiento del copiloto y otros tres de los asientos de acompañante.

Le pareció extraño el ver a esos chicos de pie frente a ella y no a unos hombre corpulentos y terroríficos, no podía darse el lujo de decir que conocía a Ken, su padre, pero estaba casi segura de que era un hombre demasiado estricto y controlador como para permitir que unos críos trabajarán para él. Era un hombre rico, frío y rígido así que no, no había forma de que esos chicos trabajarán para él. Lo que la desconcertó mucho porque si no trabajaban para su padre ¿entonces para quién? Y ¿estaría su padre buscándola? ¿habría él notado al menos su desaparición? Y de ser así ¿le habría importado?

Se maldijo mentalmente por ser tan estúpida, Por supuesto que lo había notado, por supuesto que la estaba buscando y era más que obvio que no le había importado en absoluto, él sólo quería mantenerla cautiva, sabrá Dios por qué.

Los cuatro chicos comenzaron a acercarse a ella con unas sonrisas de victoria en sus labios.

De reojo pudo ver la escalera contra incendios del edificio a su lado. Estaba muy alto como para alcanzarla desde el piso y con su mediana estatura, sin embargo, eso no impidió que su, según ella, "instinto de supervivencia" la llevará a hacer semejante acto que dejó a sus posibles secuestradores sorprendidos.

Corrió del lado contrario al que se encontraba la escalera contra incendios, saltó de manera sobre humana apoyando un pie en la pared impulsandose de esta con una fuerza increíble para, de alguna manera, casi volar a la escalera. Como en las películas de acción de Bruce Lee, como cuando los gatos saltan por los tejados de manera sorprendente, con tal rapidez, con tal agilidad y elegancia que hasta ella se sorprendió. Nunca había echo algo igual, así como nunca había salido de casa y si se hubiera percatado de que sus colmillos crecieron y sus ojos cambiaron fuese notado que no lo hizo ella, no sola al menos pero estaba muy ocupada como para pensar en aquel increíble saltó que le salvó la vida por ahora y en la extraña sensación en su boca.

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