Esa luz, blanquecina entre la niebla, rondando, se refleja por mi ventana, cada noche. Nadie debe de salir. Mientras todo el pueblo de La Caronta, escucha el eco de los gritos que vagabundean, allá afuera.El mismo sol atraviesa el cristal, llegando a mi rostro, siempre por la claraboya de mi habitación, me ayuda a ver el mundo real desde mi cómoda cama. Los intensos rayos me llevan a abrir los ojos, usualmente al medio día, pues cada noche, es experimentar el mismo insomnio en vida.
Salgo hacia el pasillo principal donde se comunican los cuartos de mis padres y de mi hermana. Todos aún duermen.
Desciendo hacia la sala, sobre mis pies descalzos, las escaleras crujen por la vieja madera. La sala está en silencio, ni siquiera el sonido de los caballos que usualmente transitan por fuera, o algún vendedor que bienaventurado intenta probar suerte en alguna puerta, vendiendo licor, cigarrillos, leche bronca, o algún medicamento herbolario. Usualmente todos salen de sus hogares a las 3pm de la tarde, me sorprende haberme despertado tan temprano.
Me dirijo hacia la cocina en busca de un jugo de naranja, para refrescar mi seca garganta. Entrando veo a mi padre durmiendo sentado, recostado parcialmente sobre la mesa, al lado de una botella vacía de whisky, de nuevo el desconsuelo del alcohol lo atrapó, y lo lleva al sueño seguidamente por las noches. No lo culpo, no sabría cómo reaccionar si el nombre de mi hermano apareciera escrito en la gran piedra, eso sucedió hace apenas un mes. Mi tío era un buen sujeto, trabajador igual que mi padre, ambos dirigían la comisaria. Los hermanos Soriano.
Exprimo el fruto, y vierto en un vaso su extracto. Delicioso. Sin despertar a mi padre me retiro hacia la sala, y un sonido afuera llama mi atención. Puedo dilucidar a través de las traslúcidas cortinas de la sala, al primer valiente en salir a las calles, un hombre vetusto, cano, apoyado en un viejo bastón. Al parecer no teme a la muerte, pues puede que la vea en sus posibilidades día con día, acostumbrándose a la idea. Se dirige a ver los restos, supongo, y consigo el nuevo nombre.
Una presencia humana afuera de las casas, siempre calma a los demás vecinos. En cuanto el primer habitante de La Caronta, salió a las terrosas calles, esperaba que casi instantáneamente otros individuos se animaran a salir. Mi predicción se cumple, pues ya es costumbre desde que esa cosa aparece cada noche.
De inmediato surgen desde sus puertas otras cinco personas hacia las calles, como si todos hubieran visto desde sus ventanas al viejo y eso les diera confianza para no salir solos. Usualmente mi madre no nos deja salir sin compañía, inclusive nunca le ha gustado, desde que esa Cosa apareció, que en sí salgamos, sin embargo todo el pueblo sabe que es necesario, y hasta cierto punto obligatorio. Pues tenemos que ver qué nuevo nombre fue escrito.
Me apresuro de regreso a la cocina para tomar el gran juego de llaves, pesado incluso. Con estas en mis manos voy hacia la puerta de la sala, para poder salir. Abro candado por candado, en total son seis. La deslumbrante luz del sol encandila mi vista, por lo que tengo que poner mi mano sobre mis ojos, para poder crearles sombra. Desde el pórtico de mi hogar, veo ya a una gran cantidad de habitantes de todo el pueblo saliendo de sus humildes casas, casi todas construidas con madera.
Todas las casas se comunican por la calle principal, recta en su totalidad, la gran avenida. Una muchedumbre camina hacia el este, todos en la misma dirección, como desfile, en sentido longitudinal de la calle, no pavimentada, sólo cubierta por nada más que tierra y muy pequeñas piedras.
Puedo contar un total de aproximadamente veinte personas, yo me apresuro a unírmeles, pues estoy ansioso, de ver al "Héroe".
Camino en la misma dirección entre la gente, apresurándome un poco, pues hay algunos habitantes que marchan lento, no desean comprobar lo sucedido anoche. Llego a posicionarme entre los primeros de la gran marcha, pudiendo ver la gran piedra desde lejos, sin embargo aún no alcanzo a poder dilucidar el nombre escrito en ella. Parece una lápida más que nada, siempre lo he pensado desde que apareció.
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La Luz
HorrorEsa luz, blanquecina entre la niebla, rondando, se refleja por mi ventana, cada noche. Nadie debe de salir. Mientras todo el pueblo de La Caronta, escucha el eco de los gritos que vagabundean, allá afuera.