Capítulo 2

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Me desperté buscando al chico de mis sueños, sin éxito alguno puesto que me encontraba en mi habitación. Es increíble como ese sueño me había dejado de sorprendida y confundida al mismo tiempo, nunca había visto a nadie con los ojos amarillos. Ojos amarillos. Salté prácticamente de la cama y me dirigí hacia el espejo. Mis ojos eran verdes. Todo volvía a la normalidad. Aquel chico de mis sueños sin nombre había mentido, en cambio él si que los tenía amarillos, como un gato.

Tentada por volver a verle y que me explicase las cosas, tuve la brillante idea de salir por la ventana. Nunca había hecho esto. Nunca me había escapado de casa, siempre había sido una buena chica que no se escapaba de casa. Aunque técnicamente no era escaparse, solo quería comprobar si el chico estaba ahí y, luego regresaría a mi casa. Todo bien, nadie se enteraría.

Me puse una sudadera grande que tenía para estar por casa o entrenar y me asomé por la ventana, bueno, si me caía no creo que me matase, solo me rompería un brazo o algo. Espero.

Aparté esos pensamientos de mi mente, si pensaba en eso seguro que me caería y, no me apetecía explicarles a mis padres el porqué estaba fuera de casa a estas altas horas de la madrugada.

Cuando conseguí bajar, que fue más fácil de lo que había pensado, intenté recordar el camino por el cual había ido en mi sueño. Recordé que toda la conversación con el chico sucedió en el bosque, así que me fui por el único camino de bosque, esperando encontrarme al chico sin nombre con ojos de gato.

Conseguí llegar al sitio de mi sueño, la verdad es que hasta ahora no me había dado cuenta de la estupidez de haber venido aquí, supongo que mi impulso ganó a mi razón y por eso estoy aquí. Además, no es como si él fuera a aparecer aquí después de mi sueño.

- ¿Hola? ¿Chico con ojos de gato? – pregunté pensando que me iba a responder

- ¿Hola? – no, definitivamente aquí no había nadie.

Debía volver a casa, como me pillasen aquí fuera, me iba a caer una gorda.

- ¿Así es como me llamas? ¿Enserio? – dijo el chico de mi sueño.

- ¿Qué haces aquí? Creía que no estarías. Y yo sintiéndome como una tonta al venir aquí.

- Créeme que, si hubieses sido tonta, no hubieses venido, nadie lo hace – dijo apenado.

- ¿Cómo que nadie lo hace? – pregunté confundida. ¿Este chico de aquí se había metido en los sueños de alguien más?

- Verás, América, llevamos buscando al hijo de los dioses desde que le quitaron ese diario a Hades y lo desterraron al infierno.

- Sabes mi nombre y, yo no se me el tuyo, aquí hay una desigualdad de información, ¿no crees? – dije cruzándome de brazos.

- Pues no, no lo creo, aun así resolveré tus dudas. – dijo sentándose en un banco que había a nuestro lado – y siéntate, tengo la intuición de que esto nos llevará un rato.

Tenía razón, las preguntas en mi mente no se acababan.

- Primero de todo, ¿cómo te llamas?

- Me llamo Mateo – bonito nombre.

- ¿Cuántos años tienes?

- Dieciocho – él era un año mayor que yo.

- Bueno, no exactamente un año – dijo él volviéndome a leer la mente – yo soy de enero, tú de septiembre, nos llevamos nueve meses.

- No quiero saber de dónde has sacado tanta información sobre mí, bueno, sigamos ¿Por qué me mentiste y me dijiste que tenía los ojos amarillos? – pregunté removiéndome en el asiento.

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