Nos tocaron asientos separados. A Alba le tocó el suyo al lado de un señor gordo que no paró de roncar en todo el trayecto, yo obviamente, hice mi trabajo de hermana ejemplar y me reí de sus desgracias y sobre todo de la cara de fastidio que ponía al no poder dormir. Por mi parte, me tocó junto a una inofensiva señora mayor que no me molestó para nada. Ya sé, ya sé, soy una suertuda. Así que me pasé las ocho horas de vuelo escuchando una playlist que había preparado especialmente para no aburrirme, o sea que, para mi, el tiempo pasó en un plis.
El avión aterrizó a la hora programada, las 11:11 hora de Nueva York, ni un minuto más, ni un minuto menos, exactamente esa hora.
-Será una señal ancestral del destino- me dijo mi hermana con una gran sonrisa mientras bajábamos del avión.
-Esperemos que así sea- respondí yo devolviéndole el gesto. Y a partir de ese momento mis ánimos comenzaron a subir.
Cuando recogimos nuestras maletas, pasamos por un Starbucks para pedir un café y así espabilamos un poco, porque...puto jet-lag. Seguidamente, nos dispusimos a pedir un taxi, acción en la que tardamos unos buenos 30 minutos por lo concurrido que estaba el aeropuerto.
Cuando por fin estuvimos sentadas en el auto, le dimos la dirección de nuestro piso al señor para que nos llevara y ambas soltamos a la vez un gran suspiro.
-Pues no, en las pelis no exageraban- reí - Creí que estaba en la jodida guerra de Troya de la cantidad de personas que tuve que esquivar para poder pasar- dije mientras sacaba el móvil para enviarle un WhatsApp a mamá avisándole que llegamos vivas y que no nos pusieron una bomba debajo del asiento como ella temía.
-Claro guapa, solo nos faltaba el buenorro de Ulises y cualquiera diría que estaban rodando la secuela- me respondió Alba mientras me guiñaba un ojo. Yo negué con la cabeza.
-Nunca cambiarás- le reproché.
-Venga ya, no te me hagas la santurrona ahora- me dice, fingiendo estar ofendida.
-Y no lo hago- dije mirándola seriamente -Pero mira que te he dicho de veces que Héctor está mucho mejor- Me miró durante unos segundos y estalló en unas divertidas y escandalosas carcajadas, las cuales yo imité poco después. Y es que cuando nos juntamos somos un poco... como decirlo... peculiares, ruidosas. Ustedes me entienden, un locura total.
En fin, el pobre chofer, debe de pensar que le han tocado unas putas frikis que se ríen cual villanas de Disney y deberían estar encerradas en un loquero. Nada menos alejado de la realidad, claro.
El resto del trayecto lo pasé mirando por la ventanilla y admirando todas las modernas edificaciones de la ciudad a la que ahora llamaría "hogar".
ESTÁS LEYENDO
LUNA
Non-FictionUna chica pelirroja. Una gran ciudad. Una gemela alocada. Una nueva vida.