Prólogo
JP lo sabía...
Él era el único que podía saberlo; debí haberme dado cuenta…
Si lo hubiera hecho, a lo mejor nada habría sucedido…
Pero… a veces me pregunto si de verdad mi deseo es que nada de esto pasara.
Es extraño que de repente me invadan estos pensamientos, cuando sé que no hay vuelta atrás, Ya todo se decidió así ha sido y será siempre. No hay vuelta atrás, debo actuar según lo previsto, como un actor que sigue un guión en el cual él no ha tenido voz ni voto.
Me doy cuenta de que mi vida ha sido bastante buena. Sin ánimos de alardear ni nada por el estilo, debo decir que la forma en que he vivido, hasta ahora, ha sido bastante acomodado, he sido como un rey en su palacio sin nada de qué preocuparse, solo disfrutando del paisaje.
El momento se acerca, debo prepararme; siento el pánico escénico que debe sentir todo el mundo antes de entrar en acción en la obra escolar, Es gracioso que probablemente sea la primera vez que sienta las famosas mariposas en el estómago, ya que siempre creí que eran tonterías de la gente; pero en realidad ahí están: un extraño cosquilleo en la parte baja del abdomen, para el cual no estás preparado, que te paraliza y te produce una sensación de ansiedad. Siento el paladar seco, el pulso acelerado; extrañamente siento temor, aun sabiendo que fui entrenado para evitarlo totalmente.
Levanto mi muñeca y observo el reloj: son las 3 menos 2 minutos de la tarde. Me quedan dos minutos… antes de que deba cumplir mi parte de la obra; estoy listo, la he preparado bastante bien y estoy seguro que nada saldrá mal, he logrado quitarme el miedo de encima, tal y como una persona normal se quitaría un mosquito... Ahhh pero yo no soy normal; como desearía ser normal. Así me evitaría todo este… emm trámite. Pero no lo soy, desafortunadamente no lo soy.
Falta un minuto para las 3 en punto, decido ponerme de pie y hacer los últimos preparativos. Siento las piernas un poco entumidas, las sacudo para tratar de hacer circular la sangre. Doy un vistazo al cuarto; una sencilla habitación de 4x5 metros con unos cuantos cuadros en las paredes, un sofá que al parecer cumple la función de cama y una vieja tele cuya señal se ha quedado estática. Siento algo de remordimiento por el hombre que está inconsciente tendido frente a mí, pero me doy cuenta que no tengo porque sentir culpa ni ningún sentimiento condescendiente, como si fuera responsable de lo que va a suceder en tan solo 45 segundos. Todo ya fue planeado, hace mucho tiempo; no soy mas que una hoja que es llevada por el viento a cualquier lugar, si ese lugar fuera el parabrisas de un auto, y tapara la visión del conductor causando un accidente ¿Acaso debería la hoja sentirse culpable? pienso para mis adentros. Por supuesto que no: La hoja es sometida por fuerzas que no comprende, exactamente igual a mí. El hombre en el suelo- no sólo él, todos en el edificio- somos hojas, arrastradas indefinidamente por el tornado que es el destino. No hay vuelta atrás, reviso el bulto que se asoma en el sofá y observó indiferente el reloj conectado a los explosivos, que va hacia atrás impasible; indicando que faltan menos de 30 segundos para la detonación. Sostengo la caja negra en mis manos, que indica el tiempo restante con unos grandes números rojos titilantes. Observo los cables que salen de esta hacia los explosivos; pero soy consciente de que esos no son los únicos "juguetes" en el edificio, Hay más de una docena de explosivos de diferentes tipos distribuidos estratégicamente por todo el edificio. Lo sé porque yo mismo los puse. Esa tarea me ha llevado meses; y para que: para convertirme en una víctima de mi propio invento. Ese zorro de JP… me causa gracia al volver en el tiempo y pensarlo; recordar sus gestos, sus acciones, sus palabras… fui demasiado ciego y me confié. Desde el comienzo el lo sabía. Él no solo quería volar en pedazos el edificio, sino que con él quería destruir a la única persona que conoce sus secretos, sus verdadero nombre, su identidad… y esa persona soy yo.
A veces pienso en lo arriesgado que es revelarle tu identidad a alguien mas en este negocio. Debí haberme dado cuenta de que, en el momento en que JP me pidió verlo personalmente, estaba firmando mi sentencia de muerte…
Miro mi reloj- que está perfectamente sincronizado con la cuenta regresiva de la caja negra que sostengo en mis manos-, faltan 5 segundos para las 3 de la tarde. Cierro los ojos y los mantengo cerrados; esperando la luz insoportable y el ruido ensordecedor que inunde, no solo la habitación donde me encuentro sino todo el edificio.