Capitulo 1

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Tom Clark caminaba deprisa a las 2:58 de la tarde por la plaza que estaba al frente del EESH (Edificio Experimental de Seres Humanos) cuando lo vio. Al principio no reparó en él; estaba demasiado preocupado tratando de evitar a los aplox que se le acercaban. Tom los odiaba, los despreciaba; los consideraba criaturas abominables a las cuales se les debería privar el derecho a la vida. En su fuero interno deseaba poder aniquilarlos a todos; sólo eran criaturas deformes que supuraban sus propios fluidos a través de una piel rojiza o rosada, desprendían enfermedad y desgracia. Tom había tenido varios encuentros desagradables con algunos aplox y había aprendido a odiarlos y temerles.

Continuo caminando, haciendo caso omiso a los gritos de una mujer aplox que le pedía a gritos que le ayudara a buscar a su bebé; mientras uno de sus ojos se le desprendía como gelatina y ella lo volvía a introducir en su cuenca. Tom pasó de largo y recitó una corta oración para protegerse de las venenosas palabras de la mujer; sabía que si iba a ayudarle lo  más probable era que sus miembros terminaran por los basureros de la ciudad. Oh sí! Los aplox eran peligrosos había que andarse con cuidado si uno quería llegar al día siguiente.

Tom apretó el paso, tratando de ignorar los gritos y chillidos que había en la plaza- Dios, está siendo un día demasiado frustrante, y todo este ruido no hace sino que incomodarme más, además faltan aun dos cuadras para llegar a la farmacia.- pensó para sus adentros.

Fue entonces cuando lo vio; casi choca con él, porque prácticamente apareció de la nada.

Era un tipo alto, no pudo determinar inmediatamente su edad, ya que levaba la mayor parte de la cara cubierta; pero asumió que debía tener poco mas de 30 años. Llevaba una larga gabardina oscura, y unas gafas de sol que ocultaban el color de sus ojos, pero que dejaban a la vista un bigote bien cuidado; caminaba sin prisa, pero firmemente y hacia adelante, con las manos en los bolsillos de la gabardina. Como si supiera exactamente a donde se dirigía y tuviera todo el tiempo del mundo. Sobre su cabeza había un sombrero de copa bastante peculiar con una cinta roja alrededor. Inmediatamente Tom se sintió incómodo; el tipo parecía sospechoso, y daba la sensación de peligro inminente. Tom lo alcanzó a ver justo a tiempo para no chocar con él, pero alcanzó a rozar su gabardina. Musitó una disculpa apresurada; no tenía tiempo (ni deseos) de lidiar con bichos raros en ese preciso instante. El hombre se volvió y sonrió. La sonrisa mas aterradora y perturbadora que Tom hubiera visto en toda su vida, unos dientes horribles, amarillentos y puntiagudos lo saludaban desde una caverna oscura; la boca del tipo se curvaba en una parábola casi imposible, pero lo peor no era eso: era la risa. Una risa llena de locura, odio que inspiraba un terror inimaginable. Tom llevó inmediatamente sus manos a los oídos para cortar ese canto del infierno que penetraba por sus orejas, pero sorpresivamente no se detuvo. Aun con las manos en los oídos escuchaba la risa, incluso más clara que antes. Se preguntó a sí mismo: ¿Qué es esto? ¿Quién es este tipo? sin que se le ocurriera una respuesta razonable. Empezó a sudar a mares, sentía su garganta reseca y su corazón acelerado. El terror lo invadía, cada rincón de su mente estaba aterrorizada, no pensaba coherentemente; la única frase coherente que podía formular era ¡Quita ese maldito sonido, me estallaran los tímpanos!, De un momento a otro, su mente se aclaró; el ruido de la risa se había ido de golpe; como cuando un auto te atropella pasando la esquina, antes de que te des cuenta estas volando por los aires. Antes de que Tom pudiera siquiera orinarse encima del terror, la risa había parado. En ese momento, y a pesar del terror, Tom se dio cuenta de dos cosas que lo perturbaron demasiado. En primer lugar el hombre de la gabardina; que había causado todo ese lío, siguió adelante como si nada, nadie trato de detenerlo después de haber causado un alboroto tan infernal. Parecía que sólo Tom había sido el único testigo de la risa macabra; segundo Tom se sentía mareado y confuso; como si hubiera bebido grandes cantidades de Alcohol. Recordaba que había bebido, fue en la unión de sus Tíos cuando tenía 11 años, y las cosas en el mundo parecían tener algo de sentido. Para la celebración habían llevado grandes cantidades de Alcohol; sus padres le habían prohibido tomarlo, o siquiera acercarse a las botellas que contenían el extraño líquido. Como bien sabemos, prohibir las cosas a los niños solo acrecienta su curiosidad; por lo que el pequeño Tom asegurándose de que nadie lo veía tomó una gran botella y se la bebió toda. Al comienzo además del sabor amargo, no notó nada extraordinario; se dijo a sí mismo que era lo mismo que el agua, y se sintió decepcionado porque su experiencia no fue nada del otro mundo. Pero pasados algunos minutos empezó a sentir las primeras señales de que estaba borracho; sintió que su cabeza iba a reventar, como si fuera uno de los globos de la fiesta, no podía pensar con claridad; parecía que flotaba sobre gelatina, y que sus piernas no resistirían su peso mucho tiempo más, además no se sentía del todo bien del estómago; iba a devolver el delicioso pastel de chocolate cobre la alfombra con motivo de elefantes. Finalmente sus padres lo encontraron inconsciente en el piso sobre un charco de su propio vómito.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2014 ⏰

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