Capítulo 4 - El traductor de personas

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Hoy me desperté con el video de un perro que ladra el himno nacional, mientras su dueño lo entona con una trompeta. Me desayuné toda la nueva gama de memes del último volumen de Lazos de Sangre y peiné mi cabello al ritmo del hip hop del nuevo padrote de lentes oscuros que atinó a decir algún comentario ocurrente. ¿En dónde se habrá metido esa actualización?, quisiera mostrársela a Ran, pero por más que la busco no logro encontrarla, quizá esté entre las recetas de pasta que publicó nuestra casera en el almuerzo, platillos que quedarán enterrados entre docenas de megabytes de jugos depuradores y ejercicios para bajar el abdomen que la tía guarda sin saber que jamás volverá a verlos. Ran está preparando nuestros almuerzos como cada mañana, pero ya me he devorado algunos caramelos, "Sweet", y unas cuantas gomitas, "Delicious". El desayuno ha sido algo agitado, una oleada de cortos sobre cómo han afectado las decisiones del presidente a los refugiados del conflicto civil del país vecino están por todos lados; creen que las imágenes crudas sensibilizarán a la gente, pero yo sé que de hecho la insensibilizan, cada vez necesitarán de escenarios más fuertes para ganarle "likes" al perro Pavarotti. Un compañero de la universidad compartió un video realmente deprimente, Ran ya levantó el pulgar y comentó con una carita de "Me entristece", seguro que en la siguiente actualización le dará otro pulgar arriba al perro Pavarotti. ¿Cómo podemos vivir con tanta multiplicidad de emociones en una misma ventana?, es por eso que nada tiene efecto en nosotros, pasamos de las lágrimas a la risa en cuestión de segundos. No puedo evitar pensar en esto y no dejar escapar algunas risitas apagadas.

—¿Ahora de qué tanto te ríes? —pregunta mi compañero de casa, Ran, mientras me mira con esos ojos de escáner con los que me desdibuja. Ya me he acostumbrado a sus miradas inquisitivas, llevamos casi medio año viviendo juntos. Él mete en su boca otra cucharada de cereal y desvía su vista con la típica cara sonrojada que me dedica cada vez que me le quedo viendo sin responder por más de cinco segundos. Mi amigo siempre se avergüenza con facilidad y se ha vuelto un hábito mío el querer molestarlo. Él añade: —Olvídalo, prefiero no saberlo, seguro es alguna de tus extrañas historias.

—Para nada —le digo sin dejar de reír —. Tan sólo pensaba que es más agradable pasar la mañana hojeando mangas que checando las actualizaciones de mis redes, al menos sé que puedo pasar más de media hora sufriendo por una historia y que no habrá una nota repentina que cambie súbitamente mi estado de ánimo —menciono al terminar mi desayuno, listo para ir a la oficina.

—No puedo entender tu sentido del humor, ni quiero hacerlo. Ya vámonos, y recuerda...

—Lo sé, lo sé, "nada de lecturas durante las horas de trabajo".

—No sé cómo demonios te contrataron después de que el jefe te descubriera viendo aquel video, pero evita mostrarte tan abiertamente allá afuera. No todas las personas ven con normalidad ese tipo de cosas —me dice Ran, acariciando mi cabeza como un dueño a su perro.

—No es que me interese lo que la gente piense de mí o de las cosas que me gustan, pero despreocúpate, no te avergonzaré en el trabajo, bebé.

—¡Idiota! No me llames así —me dice Ran, todo avergonzado como de costumbre.

Nunca voy a cansarme de esto.

Ran ha sido mi amigo por un largo tiempo, podría afirmar con seguridad que es la única persona en el mundo con la que realmente puedo contar. Mi padrastro es un imbécil degenerado, deudor vicioso y un estafador mequetrefe, mi madre..., bueno, es mejor no hablar de ella. Ha pasado un tiempo desde que pude sentirme en un hogar, es genial el poder disfrutar de la rutina de una vida ordinaria. Sé que en algún momento deberé de buscar un lugar propio, ya me he aprovechado demasiado de la amabilidad de mi amigo, pero..., yo... quisiera poder disfrutar de esta sensación y cotidianidad por algo más de tiempo, únicamente quisiera poder ser caprichoso con lo que quiero para mí por un poco más, unos días, unas semanas, unos meses más. Sé que estuve renuente a aceptar este raro acuerdo unilateral, aunque, después de este medio año en el que hemos vivido juntos, sido juntos, en el que nos divertimos peleando por el baño en las mañanas o disgustándonos por no recordar a quién le toca lavar la ropa, me es difícil imaginar el no poder cocinar con Ran, ver su cara entusiasmada cuando encontramos alguna historieta que para variar nos gusta a ambos, o el dormir anudados en los días en los que hace demasiado frío como para recostarme solo en el sofá de la salita. Ran es como ese hermano mayor que todos quisieran tener. Me consuela pensar que, incluso después de mudarme, podemos seguir siendo como hermanos, tal vez si conseguimos un empleo permanente en la editorial después de graduarnos, también podríamos vivir juntos cerca de la estación con el pretexto de ahorrar lo suficiente para que cada uno compre una casa propia en un futuro. Si, que genial idea, lo único que tengo que hacer es esforzarme en este trabajo al máximo. Haré sin dudar todo lo que me pidan.

Traduciendo el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora