-No piba, el fuego es otra cosa.- dijo el viejo poeta. –El fuego se alimenta, necesita oxígeno, combustibles para crecer, para devorar todo con sus lenguas. En cambio el agua está ahí, mansa, subiendo y bajando, evaporándose para renacer en las tormentas, sin necesidad de alimentarse, rebasándose, escurriéndose aburrida entre los dedos del planeta. - Acercó su rostro al de la joven aprendiz hasta que sus narices quedaron apartadas por unos pocos centímetros de aire. –El fuego tiene carácter, vive, crece, domina...
-Pero el agua lo mata. - interrumpió la joven.
-Eso es una falacia. - dijo el viejo acariciando con el pulgar, el pómulo de ella y con el resto de los dedos masajeando debajo de su oreja. –Todo depende de las cantidades, del volumen. Un vaso de agua apaga la llama de un fósforo, pero nada puede hacer en un incendio forestal. - Con su mano libre cubrió el hombro desnudo de la joven y apretándolo agregó: -El fuego es pasional, el fuego no se detiene hasta consumirlo todo, él tiene sed de cenizas...
La joven trató de retroceder y tropezándose con las macetas del patio le arrojó el contenido de la copa.
-¿Con alcohol me querés apagar?- dijo él con la cara goteando y sus brazos apretando ambos cuerpos. –Acaso no aprendiste nada. La lluvia no apaga los volcanes. - agregó mientras le masajeaba un glúteo.
-Sí que aprendí.- respondió la joven haciendo palanca con sus brazos y pisando el malvón mustio del cantero.
-¿Qué aprendiste, pendeja hermosa?- preguntó el poeta mientras le chupaba el cuello y le levantaba la pollera.
-Yo sé como apagar el fuego.- respondió empujándolo contra la mesa de cemento, desabrochándole el cinturón del pantalón. La mesa se tambaleó y una maceta cayó al suelo desparramando tierra y claveles chinos.
-Apagame entonces.- El viejo poeta se dejó arrastrar hasta la ventana del galpón y no puso peros cuando la joven le ató las manos con el cinturón en las rejas de la ventanita.
-No hacen falta océanos para apagar las llamas.- Ella se paró encima de los pies del él y le rodeó el cuello con sus manos. –Al fuego se lo sofoca retirándole el oxígeno.- Pasó la punta de la lengua por los labios del viejo y comenzó a apretar.
Él quiso decir algo pero solo le salió un graznido burbujeante y desarticulado.
-Sin oxígeno no hay fuego.- repitió la joven apretando mas fuerte. -¿Viste como se apaga?- preguntó conteniendo el baile desesperado del viejo en su intento de zafarse.
Él volvió a graznar y ella acercó un poco más sus labios para susurrarle al oído.
-¿Y? ¿Ya te enfriaste? ¿Pudiste apagar las llamas o todavía estás caliente?
El viejo no supo cómo contestarle.
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El pez de fuego
Короткий рассказEl fuego es pasional, el fuego no se detiene hasta consumirlo todo, él tiene sed de cenizas...