El disco rojo

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Abrí la puerta del auto agitado como parte de un ciclo helicoidal de emociones que atravesaba, no estaba apenas en mis cinco sentidos cuando me di cuenta que la mayoría de vuelos Santiago-Bogotá aún estaban en puerto para el embarque. Una larga cola de turistas se ajetreaban en la entrada del aeropuerto Arturo Merino Bení­tez, al parecer una nueva moda de visitar el país por los nuevos juegos olímpicos que se iba a realizar era el culpable de tanta muchedumbre. Entré por un acceso alterno que estaba a 200 metros de las puertas de embarque, la distancia se podía asociar a una carrera de obstáculos, entre tantos turistas que hacían la cola para comprar un boleto de avión. Era la única vía que tenía para llegar a hasta la sala de embarques, corri lo mas pronto que pude, salte entre alguno que otro niño y hasta golpee a una mujer mayor con mi codo derecho todo por llegar lo más pronto la sala de embarque, evite disculparme por la modestia innecesaria para ese momento. Llegue a la puerta embarque y solo basto en recordar que para ingresar debia tener un boleto de avión para ingresar a esa zona, una rabia descontrolada abrió una brecha en mi agitada tranquilidad pero no debia dejarme de perder por esa inquietud. Alze la mano y pregunte por quien estaba dispuesto a venderme su boleto cualquiese fuese su destino por unos 300 dólares tan solo por cederme ingresar a la zona de embarques, una muchacha no lo dudo mucho y se acercó rápidamente para aprovechar la oportunidad, ella atinó a preguntarme si yo tenía efectivo para pagar, a lo que le respondí sacando tres billetes de 100. el negocio concluyó de forma precoz y tome su lugar en la cola que afortunadamente estaba al inicio de la misma. Presente el boleto al guardia del control interno y este miro mi blazer para decirme si traía algo más, a lo que  respondí negativamente. La voz inquietante del control perifoneaba que el vuelo 745-B estaba en puerto y que los pasajeros debian abordar en estos momentos, una masa de personas alzó en pie y me confundio mas de que ya estaba. La cantidad de adrenalina que se acercaba por mi torrente sanguineo estaba mas asociado a una revolución sometida por mi piel que solo buscaba calmar mi ansiedad. Las personas son realmente estúpidas cuando no se tratan de sus problemas y solo actúan de acuerdo al idioma de las masas moviéndose en manadas. No tenía una visión clara por lo que atine a pararme en las bancas de la sala tan solo para que un guardia me llamase la atención desde lejos y yo lo ignorase. Cuando voltee a ver hacia la puerta por donde la mayoría de personas ingresaba para ir hacia su avión, noté aquella mochila que tenia un disco rojo pintado que yo hice cuando regrese de viaje de Tierra del Fuego para que no se fuese a perder entre el equipaje de toda la tripulación del barco de investigadores donde yo trabajaba como jefe de la división chilena. Estabas sentada aun y quizás entendia que te fastidiaba hacer cola para ingresar a un lugar al igual que a mi por eso no te paraste. Me hice un espacio para acercarme y te toque el hombro tímidamente. ¿Que haces aqui?-preguntaste. Un inmenso miedo terminó de matar  la poca calma que tenía para ese momento, no entendí lo que dijiste en ese instante aunque fuiste clara, y no hubo complejidad en tu pregunta. Tan solo no lo escuche o quizás también no lo quise entender para evitarme el miedo a responderte y continuar una conversación que probablemente hubiese terminado en un "ya me tengo que ir". Mire como habías guardado esa mochila vieja que tanto cariño le había cultivado y apenas contuve esa respiración que estaba guardando. Me miraste y en tu infinita ternura me preguntaste: ¿Estas bien?. Me pregunté como responder a esa pregunta sin poder decirte algo tendencioso, titubee para tomar un sorbo de vida y replique que no con un ademán.

-Ya es tarde, el vuelo va salir-dijiste. Al notar que la sala de embarque se había quedado con pocos tripulantes, aposté a entender que solo tenia una oportunidad para hablarte; Tomaste tu equipaje de mano y me dijiste: Me alegra que al menos nos podamos despedir- recogiendo tu pelo detrás de tu oreja izquierda. El secreto de tus ojos mantuvo una verdad que apenas entendía hasta que leí la carta que me dejaste y me trajo hasta aquí.

Espera no te vayas - susurré. Escuchaste con claridad y preguntaste: ¿porque?. La voz del perifono anuncio la última llamada para abordar, el ruido nulo de la conciencia en momentos como estos solo atina a hablar desde la parte mas visceral del nuestros sentimientos.

-No quiero y no lo entiendo, me negaré entender cualquiese fuera el motivo. Por dentro aun apenas entiendo todo esto.

-Ya te lo explique en la carta. Debo regresar a ver a mi padre por su enfermedad, esta semana ha empeorado la pulmonía que tiene, mis hermanos están cargados con las cuentas del hospital y solo quiero ir a ayudarlos.

-Si, lo entiendo pero porque te vas asi, apenas me dices que estará bien acabar todo así. Sin  despedidas.

-Porque no puedo escogerte ahora.

-En el fondo sabes que está mal. Esta mal actuar así.

-No lo entiendes. Es tu egoísmo el habla por ti

-Entender que? no es mas fa..

-Porque no quiero extrañarte!-me interrumpiste y guarde toda aquella impotencia que tenía para poder explicar como sostener un mundo contigo. La culpa abordó una nueva categoría nunca antes vista, un status-quo. Entre entender que por mi trabajo de investigador debia permanecer constantemente de viaje para regresar a la Antártida por 3 meses y entender que tu cargabas una profunda tristeza que yo ignoraba debido a la soledad que tenias a consecuencia de que estabas sola en una ciudad que no era la tuya y mas aún sobre la soledad acerca de estar lejos de tu familia. Me miraste de misma forma como lo hacía mi madre sollozando, acariciaste mi rostro e intentaste calmarme.

-Ya es tarde-dijiste.

Te abrace para evitarte la enorme tristeza de verme llorar pero sobre todo te abrace para evitarme perderte cuando pases por esa puerta.

-Es lo que quieres? te dije refiriéndome a esta forma de solucionar las cosas

-Si- respondiste.

Nunca entendi porque te pregunte eso. Alguna fuerza extraña motivó a entender que no puedo cambiar las cosas mas allá de entenderlas, en su naturaleza salvaje el amor no habla con frases trilladas porque evita perder el tiempo. Cuando te vi por última vez llevabas la mochila con el disco rojo que había pintado en la espalda, no volteaste a verme pero yo me había quedado parado en el mismo lugar. Un hábito de normalidad regresó a la sala de embarques y tu solo ya te habías perdido entre la masa de personas. Para cuando ya me di cuenta solo pensé- Ya es tarde.



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⏰ Last updated: May 09, 2019 ⏰

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