- Capítulo Único. -

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Observó con frustración como su pareja abandonaba la habitación que compartían con una mirada alegre y sus pertenencias encima.

—Parece que disfrutas la idea de largarte. — menciono mientras le seguía de mala gana hacia la salida de su hogar.

Tras ser ignorado, decidió hacer lo mismo y no responder a las indicaciones que su chico le iba dando.

¡Joder, no era la primera vez que estaría solo!

Antes de conocerlo, tenía un departamento y vivió ahí un par de años... Así que sí, sabía que tenía que comer a sus horas para evitar la migraña.

—Aho, por favor. — los orbes rubíes lo miraron de reojo, suplicantes. —Si te prepare comida para que sobrevivas, minimo puedes lavar los platos, vasos y todo lo que utilices para tragarlas.

—Déjame en paz Taiga, puedo hacer lo quiera en mi casa.

Mentira. Él si iba a obedecer, aunque no enseguida. Tal vez lo dejaría todo a último minuto, uno antes de que su pareja entrara por la puerta a su regreso.

—Nuestra casa. — le corrigió el pelirrojo, encarandolo ahora. —Deja de portarte así, los chicos llegaron a semifinales en el torneo y sabíamos que no iba a dejarlos solos ante su esfuerzo como tú tampoco le harías eso a los tuyos. — lo atrajo por un abrazo a mitad del recibidor. —Solo serán un par días, estare aquí el viernes.

Aomine suspiro resignado, apresando a su chico entre sus brazos antes de partir y es que sí, a ambos les había tomado por sorpresa que sus alumnos a los que impartían educación fisica avanzaran en los torneos colegiales de balocesto siendo la mayoría de ellos novatos.

Y no es que dudaran de si mismos pero tambien era su primer año como profesores, ¡no lo esperaban en verdad!

El único inconveniente es que ninguno podría estar presente para ver el logro del otro pues, Kagami impartía clases a chicos de secundaria y Aomine a pequeños de primaria.

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—¿Por qué "Langostas"? — recuerda haberle cuestionado a principio del año escolar sobre el nombre de su equipo.

—Porque se aferran a los balones con sus pequeñas tenazas. — la risa de Daiki le había resultado tan encantadora que se había propuesto estar en cada partido de esos niños que amaban a su novio casi tanto como él.

El moreno por su parte, hacía lo mismo con los partidos de su equipo. En varias ocasiones se vio sorprendido al gritar juntos cuando le hacían una falta a alguno de sus muchachos y esta no era marcada o tambien cuando le atrapaba tomandole alguna fotografía desde las gradas, acción que luego negaba.

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Deslizo sus manos por toda la extensión de la espalda de Kagami, acariciando con cariño cada parte de esta y lentamente dirigirse hasta su abultada retaguardia, la cual masajeo con necesidad guardando las sensaciones en su memoria.

—Dios, e-res un exagerado. — le reclamo el pelirrojo saliendo de su refugio en el cuello ajeno. —Mgh... — y tras aquel gemido, el beso por fin llego.

Húmedo y exigente, con sus lenguas batallando entre sí para tener el dominio, como siempre lo hacían desde que se conocieron.

Fueron deteniendose paulatinamente, aunque Taiga podía sentir bien marcada la erección de Daiki dentro de sus holgados pants se permitió el descaro de acariciarla, causando que el otro le mal mirara por ello.

—En esta casa se coge los jueves, estes o no estes. — le amenazo Aomine mientras subía sin desearlo su maleta al auto, bromeaba con lo dicho pero era su forma de castigar esa manoseada bien dada.

"A solo unos kilometros."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora