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Al día siguiente, Intiawki se despertó por el sonido de gritos y algunos objetos cayéndose.

Fue de inmediato a ver de qué se trataba.

Era el Inca acompañado de sus guardias, en la habitación de Sisa y de Killa'illapha. El Inca hablaba sereno, pero Sisa estaba histérica.

En medio de su discusión, Sisa propinó una bofetada al Inca.
Intiawki casi grita de la sorpresa. Los guardias del Inca apuntaron con sus lanzas a Sisa y estaban a punto de ensartarla si no fuera porque el Inca los detuvo. Sólo ordenó que la detuvieran.

Intiawki se asustó. Corrió por todo el palacio buscando a Killa'illapha, que se encontraba afuera viendo a la ciudad y tocando algunas notas en su siku.

Quizás él no haya escuchado toda esa conmoción. Intiawki, aún agitado tras correr por todo el lugar, se acercó cautelosamente a Killa'illapha quien lo vio y lo miró sonriéndole, pero esa sonrisa se apagó al ver la cara de preocupación de Intiawki.

Antes de que pudiera hablar, apareció el Inca, junto a sus guardias.

—Niños —comentó con una sonrisa. Intiawki notó que tenía su mejilla aún colorada por la bofetada que le propinó Sisa— hoy vamos a hacer un viaje.

Killa'illapha sonrió, le emocionaba la idea de una excursión.

Intiawki seguía algo preocupado, pero pensó que lo mejor que podría hacer sería no contarle nada a Killa'illapha.

Salieron del palacio, el Inca en su palanquín cargado por fuertes hombres, y uno más pequeño para Intiawki y Killa'illapha. Los acompañaban soldados y sacerdotes, además de un par de actores y músicos, que les iban a amenizar el viaje, eso sin contar con varias llamas que cargaban botellas, mantos, suministros y un par que cargaba un gran cántaro.

Cuando partían, desde el palacio apareció Sisa corriendo hacia ellos.

— ¡Killa'illapha! —gritó desde la escalinata, lo que hizo que todos volteasen a verla — ¡wawa! ¡no bebas de la...! —fue interrumpida por un guardia que la agarró y tapó su boca mientras ella forcejeaba violentamente. Le obligaron a entrar en el palacio.

Killa'illapha miró angustiado la escena, quería bajarse del palanquín e ir donde Sisa. Pero uno de los soldados lo detuvo. Él empezaba a gimotear antes de patalear y protestar para que le dejaran ir.

—Ella está bien, pequeño —dijo el Inca con su serena y dulce voz—es sólo que ella no puede venir con nosotros y se enojó porque no quiere dejarte sólo... verás... vamos a hacer un ritual secreto en el que sólo pueden haber hombres.

Killa'illapha miró al Inca, y secó sus lágrimas con sus manos.

Le hizo prometer a un guardia que le diría a Sisa que él estará bien y que volverá pronto.

Intiawki pensó que quizás por eso Sisa abofeteó a su padre... pero no le convencía mucho.

Cruzaron la ciudad, mientras la gente se agolpaba alrededor para saludar al Inca. Tenían esperanza de que él solucionaría los pesares por los que pasaba el pueblo. Todos se veían demacrados, esqueléticos. Algunos apenas gemían mientras estiraban sus brazos hacia el Inca.

Pasaron algunas horas. Ya estaban en las montañas. Intiawki y Killa'illapha se bajaron del palanquín para caminar un poco. Para no cansarse les pasaron algunas hojas de coca con las que ambos comenzaron a pijchar. Intiawki sabía que su padre no podría bajar del palanquín aún si quisiera. Podría generar quien sabe cual cantidad de desastres si es que tocaba la tierra.

En el seno de la PachamamaWhere stories live. Discover now