Capítulo XI

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La batalla que había entre ambos era demasiado predecible. Y la ventaja la llevaba el de máscara, por un punto.

Agarraron sus Beyblades mientras tomaban nuevamente posición, listos para la segunda o última batalla. Exclamaron y tiraron de las cuerdas de sus lanzadores.

Los pensamientos de la castaña iban y venían. ¿Legend Spryzen, en contra de las menecillas? ¿Red Eye? Shu Kurenai, ¿se ha ido? Esto la confundía cada vez más, haciendo que se desviara un poco de lo que sucedía en su exterior. Pero el ruido de un bey explotando, la hicieron reaccionar. ¿Acaso Valt lo había vencido?

Miró sorprendida la escena, viendo que no era como lo había esperado. El misterioso enmascarado había obtenido la victoria. Sus amigos estaban igual que ella, no lo creían.

—Vete— dijo a la vez en que el objeto saltaba y lo tomaba en el aire. Giró un poco sobre sus talones para comenzar a desaparecer de aquel lugar.

¿Lo dejaría ir así de fácil? Ella también quería ayudar a encontrar a Shu, no solo ser una carga.

—Espera— dijo en tono autoritario.

El de cabellos blancos largos se detuvo un segundo, pero volvió a caminar, sin dar la cara aún.

—¡Dije espera!— gritó esta vez para correr, lograr alcanzarlo y plantar bien sus pies en el suelo frente a él. Había logrado que se detuviera.

Extendió a sus costados sus brazos mientras que su rostro se fruncía cada vez más. Si él realmente era Shu, tendría que tener algo de compasión. Sino, estaba en lo erróneo.

—¿Dónde está Shu?— inquirió bajando un poco la cabeza, pero no la mirada, mientras lo retaba a responder.

Sus ojos verdes se clavaron en la figura del muchacho, pero aún nada.

—Tu amigo perdió. Ya vayanse— dijo para cruzar a un lado de la bailarina, ignorandola por completo.

—¡Oye!— exclamó molesta mientras se volteaba a verlo.

Algo sorprendida como los demás, observaron como la enorme puerta principal de ese lugar, se abría, provocando que tembladera un poco por la pesada piedra.

Y siguió ingresando a aquel sitio desconocido para los recién llegados, dejando el camino abierto tras de sí. ¿Los invitaba a pasar?

Entre ellos se echaron una mirada para correr y alcanzarlo, mientras que en la ruta, tomaban del brazo a la desconcertada _____, que aún yacía parada en el mismo lugar.

[...]

Sus amigos habían tenido la suerte de enfrentarse contra las copias sombras de sus Beys. Ella no había sido tomada en cuenta, aunque le costará decirle, se había sentido algo indignada. Los muchachos habían podido enfrentarse de nuevo a Red Eye, excepto ella y Rantaro que tenían casi el mismo semblante por aquello.

Alzó su mirada a ver a su guía, mientras seguía sacudiendo su falda de la tierra que se había pegado al caer, por haber sido expulsados.

Escuchaba como Valt hablaba con ese chico llamado Boa Alcazaba, uno de los miembros del Snake Pit. La labor que se le había sido encargada, el de llevarlos devuelta al helicóptero que los había llevado hasta esa selva, la realizaba.

Los minutos pasaron y, tarde, cayó en cuenta en que ya se encontraban de regreso a BC Sol. La castaña soltó un pesado suspiro mientras dejaba reposar su espalda contra el respaldar del asiento.

—_____...— la voz de Daigo hizo que volteara a verlo.

—¿Sí?

—No te preocupes, encontraremos a Shu— dijo ofreciéndole una sonrisa, algo que era muy raro de ver en él.

El resto también la apoyó, regalándole una también.

—Gracias— les agradeció con una sonrisa forzosa, que se la creyeron a la perfección.

¿Volvería a verlo? Eso rondaba en su cabeza. Cuando dices que ya no te importa alguien, eso duplica tus ganas de saber más acerca de cómo está. Tu cerebro siempre te llevará la contraria en la mayoría de los casos. Y eso le ocurría.

Dejó caer sus párpados instintivamente para quedar dormida casi de un santiamén, luego de la travesía que había tenido en México. Los viajes, las caminas, las batallas, los sucesos y más la habían agotado. ¿A quién no? Y más si sabía que cuando volviera a Japón tenía que entrenar duro para una competencia internacional de baile. No quería saber nada al respecto de eso, y menos si para esos tiempos, el albino aún no apareciera.

A su mente, viajó un recuerdo de cuando era pequeña, el día en que ellos se habían conocido. Veía los colores cálidos que la rodeaban mientras que se encontraba sentada bajo un árbol gigantesco, y a un niño acercándose a ella tímidamente. Gracias a un pequeño minino, habían tenido la suerte de conocerse y volverse amigos desde ese entonces. Y el resto de la historia ya se sabe.

—Shu...— murmuró dormida, llamando un poco la atención de alguno de ellos que, a duras penas, se mantenía despierto por lo que había ocurrido.

Dibujó una pequeña sonrisa, sabía lo preocupada que ella se encontraba por el muchacho. Y quedó dormido el de cabellos azules.

QUITARTE DE MI CABEZA |Shu Kurenai y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora