Capítulo XVII

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[...]

Y las presentaciones habían comenzado. Desde donde estaba, podía escuchar como las plataformas comenzaban a subir, para mostrar a los bladers. Tenía que admitirlo, se sentía nerviosa y más al escuchar que presentaban al de cabellos blancos.

Si estaba allí, debía ser porque habían notado su gran potencial para las batallas, el cual había mejorado con su estadía en BC Sol. Inclusive su primer maestro de ese deporte, Gingka Hagane, estaba sorprendido con tan solo se lo contarán.

El de cabellos rojos se había quedado con el pensamiento de que la bailarina llegaría solamente hasta lo más básico, por su otra carrera que ocupaba la mayoría de su tiempo. Por eso era sorprendente. Agregando, ella le había indicado que lo más probable que no se dedicaría al Beyblade, en un principio. Pero al saber que si eso ocurría, Pegasus ya no estaría más en su poder y buscaría otro heredero a ese Bey el joven hombre.

Al haberse encariñado de ese objeto tan especial, prometió entrenar para convertirse en una jugadora que pasará a la Historia, tal cual lo había hecho él. También había prometido eso para no desilucionar al joven hombre de cabellos rojos.

Y lo estaba consiguiendo.

La plataforma en la que estaba parada, inició a elevarse hasta el nivel en el que debía estar. Miraba fijamente hacia el frente, evitando ver hacia alguno de sus costados sabiendo, que a su lado, se encontraba el de ojos rojos, el cual la veía por el rabillo del ojo.

[...]

—¿Cuando volviste, _____?

La pregunta del de cabellos azules no tardó en ser escuchada por la muchacha. Esta dibujó una sonrisa.

—Ayer— respondió—. No sabía que estarías en el torneo.

—Yo tampoco sabía eso de ti— comentó con una sonrisa el de apellido Aoi.

Ella estaba a punto de decir algo, pero los televisores de aquella sala, fueron encendidos a la misma vez, dejando de promocionar el logo del torneo. En las pantallas, se podía demostrar al narrador de las batallas, Hanami, presentando a los miembros de los bloques A y B.

La castaña, junto a su amigo, habían quedado en el primero, junto a tres muchachos más que no conocía y Shu. Eso decía una sola cosa: se enfrentaría a él en alguna batalla.

Respiró hondo para indicarle a Valt, volviendo a lucir una sonrisa, que se retiraría al baño. El muchacho indicó que la esperaría ahí mismo.

Ya de camino hacia ese lugar, pensaba en descansar un poco su mente. Había muchísima gente, así que lo más probable era que hubieran también chicas a donde quería ir. Lo bueno de todo eso, era que había uno en la sala de entrenamientos en la que se le había sido dada para la competencia.

Al llegar a esas cuatro paredes, la puerta se cerró tras de sí y se dejó caer sentada en el suelo.

Estaba nerviosa. Sus piernas habían temblado en todo momento y ella quería disimular eso con ligeros movimientos de pies. Sus manos igual, pero a estas las tomaba por detrás de su espalda. Y su corazón iba a no más poder.

A rastras por el suelo, se dirigió hasta el sillón que estaba allí, para tirarse ahí también.

Cerró sus ojos para meditar mejor la situación que estaba pasando.

Temía de encontrarse con la nueva versión de Shu Kurenai. En cierto sentido, ya sabía que estaba bien, pero de otro, no. Soltó un suspiro para reacomodarse en su lugar y terminar con el estómago abajo y la cabeza mirando a un lado.

—¿Por qué tuviste que cambiar Shu? ¿Fue que te afectó mi mentira? ¿O es por algo más? No me hagas sentir culpable...— cerró fuertemente sus ojos, de nuevo, haciendo un puchero para reprimir las lágrimas.

Hablaba como si el muchacho estuviese en aquel lugar, escuchándola. Pero no.

Un pequeño sollozo se escapó de su boca, quería tranquilizarse, si debía volver a donde estaba Valt, debía hacerlo con calma.

Se sentó en el lugar en el que estaba, para refregar sus ojos y arreglar un poco su cabello suelto.

Se enderezó lentamente para comenzar a dirigirse a paso lento hacia la puerta, que fue abierta por tan solo su presencia. Y salió.

Caminaba tranquilamente, inventando una excusa por si el chico le pregunta por qué había tardado tanto. La más ingeniosa que se le había ocurrido era que había muchas mujeres, o sino porque las mujeres se tomaban su tiempo en el baño. Rió un poco al imaginar la expresión que haría el de cabellos azules.

Como de la nada, comenzó a prestarle atención a un ruido de pasos por detrás de ella. Lo más probable, y lo que le cruzaba por la cabeza, era que fueran los suyos haciendo eco en las paredes. Pero, y si había alguien, debía de disimular si volteaba a ver.

Eso no le importó y volteó la cabeza pero casi de inmediato, volvió a ver hacia el frente. Sus ojos se abrieron de a par, y sentía su rostro arder.

Era él.

QUITARTE DE MI CABEZA |Shu Kurenai y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora