Una flor preciosa cayó en manos equivocadas, aquel jardinero no tuvo el valor de cuidar aquel regalo divino,
Aquella flor hermosa y frágil perdió su color, su alegría, su carisma. La tristeza la consumía y la soledad la mataba,
Sus pétalos se iban a pagando poco a poco, sus hojas de debilitaban y sus raíces se secaban.
Un día, otro jardinero la tomó, la regó, le dio sol, le habló y la cuido, y se convirtió en la flor más hermosa del continente
Entendamos que somos de quién nos cuida.