Corrí cómo si la vida me fuera en ello, sin darle tregua a mis pulmones para llevarse un poco de oxígeno.
Si quería salir ilesa de todo aquello más me valía llegar a casa pronto y buscar refugio entre el resto de Dríadas. Sin duda sus poderes eran más antiguos y por lo tanto más letales. Si cualquiera de esos humanos se atrevía a atacarlas, se verían en una situación muy complicada.
Me detuve junto a un viejo tronco de roble, para apoyarme y recuperar el aire. Los humanos con los que me había encontrado estaban por el norte del bosque, con mi árbol así que si quería evitarlos debería ir por el noreste, aunque eso supusiera andar más.
Me llevé una mano al cuello, allá donde me había atado aquella cosa privándome de mi respiración. Aún sentía como la apretaban contra mi piel, riéndose y disfrutando a costa de mis sufrimiento. Aquellas criaturas llamadas humanos eran unos completos salvajes.
¿Qué les había hecho yo para que actuaran de esa forma?
Solo me estaba defendiendo o más bien defendiendo a mi árbol.
Cerré mis manos en puños, odiándome a mí misma por un momento por ser tan débil. Si tan solo conociera los secretos de los conjuros antiguos de las Dríadas podría defenderme sin problema, pero claro... Yo solo era una aprendiz y hasta que no estuviera a la altura de el resto de Driadas, jamás me dejarían aprenderlos. Llevaba más de diez años intentando complacerlas, intentando demostrar que a pesar de todo yo podía ser como ellas, pero... cada día que pasaba más tenía la sensación de ser una simple sirvienta que lo único que hace es complacer sus deseos.
Suspiré pesarosa y apoyé mi cabeza sobre la madera del árbol mientras agarraba con fuerza la manta que aquel humano me había dado.
De no haber sido por él, estaría muerta en aquellos instantes.
Pronto sentí como mi corazón comenzaba a latir con más fuerza, cómo si quisiera decirme desesperadamente algo. Un sofocante calor se adueñó de mi cuerpo y no pude evitar pensar en el rostro de aquel humano que me había salvado la vida.
Iba vestido igual que el resto, pero a juzgar por sus acciones, diría que él no era como ello, pues de lo contrario me hubiera atacado cuando tuvo la oportunidad.
Cuando lo tuve tan cerca, no pude evitar reparar en sus ojos. Eran muy bonitos, como dos gemas esmeraldas que resaltaban con su melena rubia. Jamás había visto a un humano tan guapo, aunque podía decir que aquella era la primera vez que veía uno.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar como sus manos tocaron mi piel con agua para limpiar las heridas, a pesar de regenerar mi piel al instante, se sintió bien el saber que alguien se preocupara por mi..
Suspiré calmando los latidos de mi corazón y tratando de recobrar aire, no podía correr más, por mas que lo intentara mis piernas y el dolor en mi estomago me privaba de dar un paso más.
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▫️Lágrimas de Cristal ▫️ |Adrinette|
FantasíaAdrien Agreste, guapo, creído , prepotente, casanova y el mejor Cazador de Silveños de toda su generación. Todos lo admiran y su capacidad como cazador lo ha llevado a la cima del éxito. Proteger la ciudad de las malignas criaturas del bosque era s...