Parte Dos : Amarga partida

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Nunca creí que aquella niña a la que le arreglé ese florero, se convertiría en alguien tan importante e imprescindible en mi vida. Parece que los girasoles nos conectan, porque cada vez que quiero olvidarte, esa hermosas flores amarillas aparecen frente a mí. ¿Por qué todavía no te dije que te quiero? El orgullo me mata, Himawari.

Ya había pasado un mes desde que no se volvieron a ver. Los días pasaban lentos y mientras más pasaban, menos ganas seguía de estar atado a esa ridícula cama. Los médicos le decían que era porque sus extremidades aún no estaban hechas y necesitaban colocárselas en cuanto el Séptimo Hokage le pudiera dar una de repuesto. No recordaba quién era esa persona a pesar de que Himawari le había dicho que convivieron juntos. Pronto los conocería, porque ese dichoso hombre de cabellos rubios y ojos celestes, se presentó frente a él semanas después de la desaparición de Himawari. No podía creerlo.

Kawaki miró al misterioso hombre, su mirada y sus facciones le recordaban a esa chica, se notaba que era su padre, solo que su imagen no aparecía en sus recuerdos. ¿Cuándo se habían conocido? ¿Qué tipo de relación habían tenido? Naruto le sonrió con su típica sonrisa radiante y se acercó para acomodarse en una de las sillas que estaba a su lado. El pelinegro lo fulminó con una mirada exasperante. Odiaba el silencio y más de alguien desconocido. Juntó aire en sus pulmones y lo soltó de golpe, le extendió el puño:

—Me alegra que te hayas recuperado, Kawaki—el chico miró su puño extrañado, el rubio lo retiró al darse cuenta que no captaba la indirecta—. Oh, bueno, veo que de verdad no recuerdas nada. Es una pena—se rascó la nuca—, en realidad hace poco me enteré que habías despertado. De no ser por ella ni siquiera lo sabría y no porque no quisiera saberlo, los médicos eran bastante cuidadosos contigo—explicó atolondrado—. Bien, empecemos de cero. Mi nombre es Naruto Uzumaki y soy el Séptimo Hokage. Un gusto conocerte.

—¿Por qué debería confiar en un tipejo como tu?—lo desafió desinteresado.

Naruto se inclinó comprendiendo el punto. Volvían al punto cero de verdad. Soltó una leve risita nerviosa y se puso de pie.

—Los médicos te colocarán las extremidades que hicimos para ti—hizo una pausa—. En cuanto terminen nos iremos a casa.

Caminó hasta el umbral de la puerta para esperarlo afuera y dejar que los médicos y científicos hagan lo suyo. Katasuke lo ayudó junto con otros asistentes. Kawaki no entendió nada hasta que Katasuke le puso las extremidades de su pierna izquierda y el brazo que no era mas su brazo, ¿desde cuándo pasó eso? ¿Qué tanto había pasado para terminar así? No lo entendía. Todavía. Quería descubrirlo y esa chica lo ayudaría. Al terminar la operación mecánica, los hombres se retiraron y Naruto ingresó en la sala una vez para guardar sus cosas en un bolso que le había dado Hinata. Kawaki se puso de pie con dificultad y siguió al rubio de regreso a la residencia Uzumaki.

La enorme casa de los Uzumaki lucía igual que siempre, con la diferencia de que el pelinegro no la recordaba y no sabía si había cambiado o no. Solo ingresó por la puerta de madera y se topó con el jardín, al visualizar los girasoles su corazón dio un vuelco. Ahí estaba Himawari, con su típico sombrero de paja, ropas ajustadas y sus cabellos sueltos. Se sonrojó aún más cuando escuchó su voz angelical. Ahora se daba cuenta que era mucho más bajita que él, parecía una pequeña muñeca de porcelana, la peliazul dejó lo que estaba haciendo y saludó a Kawaki, avergonzada. Sabía que no se habían visto en un período extenso y ella le debía explicaciones.

—Dejaré tus cosas adentro—comentó Naruto.

—Uhm—asintió sin darle importancia, solo estaba concentrado en mirar a Himawari. Lucía tan preciosa como siempre.

La Chica de los Girasoles (KawaHima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora