Capítulo único

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Cinco.

Cinco han sido las veces que Hamilton ha visitado al espía John André. Cinco han sido las veces que ha llegado al campamento hablando sin parar de su galantería, su valentía y su belleza.

Cinco fueron las veces suficientes para que John Laurens se hartara.

Por más que amara escuchar a su querido Alexander, no le gustaba de que lo único de lo que hablara sea de que tan valeroso es André, carismático y hermoso. Se quejaba sin parar de la decisión de Congreso de colgarlo.

- John, te digo, ¡deberías conocerlo! Es tan inteligente como los más venerados filósofos, es amable y con una educación intachable, y es tan agradable. Posee un gran interés por las artes finas y...

- Alexander, llevas días con el mismo tema. André esto, André aquello. ¿Cuándo pararás?- le interrumpió Laurens.

- Perdóname, mi querido Laurens, es solo que su elocuencia es tan cautivadora, estoy realmente indefenso contra sus encantos...

Alexander volvió a perderse en sus palabras. Palabras dedicadas a André. No a Laurens. John tenía que encontrar una forma de sacar al espía de la cabeza del menor, si no, seguro se volvería loco; el quería que esas palabras fueran dedicadas sólo a él.

Era de noche y cada soldado estaba en sus respectivas tiendas al igual que ellos dos. Hamilton, sin dejar de hablar, comenzó a alistarse para dormir. Pero John tenía otra idea en mente; mientras observaba a su querido muchacho quitarse la casaca y su chaleco, se acercó a él y lo abrazó por la espalda.

- ¿Oh? ¿A qué se debe esto, mi querido Laurens?- interrogó Hamilton, dejando de hablar.

- A nada... -le respondió Laurens mientras recorría con sus manos el pecho del inmigrante. Se acerca a su oreja mordiendo su lóbulo antes de susurrarle- Pero dime, ¿John André es mejor que yo, Hamilton?

Hamilton soltó una risita por lo bajo.

- ¿Está usted celoso, teniente Coronel?

- Bastante.

John bajó un poco su cabeza hacia el cuello de Alexander y empezó a lamer y chupar, dejando marcas en la piel pálida del caribeño. Mientras tanto, Hamilton pegó más su cuerpo al del mayor y ladeó su cabeza para darle más espacio a su boca.

Laurens empezó a desabrochar la camisa del pelirrojo cuando lo oyó decir:

- Mmm... creo que André lo haría mejor.

Laurens enarcó una ceja. Sabía lo que pretendía Alexander al provocarlo pero... ¿Porqué no jugar su juego? Mordió un poco más fuerte sacándole un quejido. Lamió la marca roja que había dejado en el cuello de Alexander para después separarse de él.

Hamilton lo volteó a ver confundido pero sonrió al verlo sentando en la silla del escritorio que compartían en la tienda, palmeando sus piernas. Se fue a sentar a horcajadas sobre él, agarrándose de sus hombros para equilibrarse. Cuándo Hamilton estuvo bien acomodado, John besó sus labios con tanta rudeza que le sacó un jadeo, cosa que el sureño aprovechó para meter su lengua en su boca.

Hamilton rompió el beso, sorprendido.

- ¿Crees que John André lo podría hacer mejor, Alex? ¿O esto no es suficiente?-le preguntó Laurens con una sonrisa arrogante y acto seguido le dió un apretón a su trasero.

Alexander jadeó, estaba sonrojado y un bulto comenzaba a hacerse presente en sus pantalones. John nunca era así con él; Alexander estaba acostumbrado a que John fuera dulce, empezando con besos suaves y a estimularlo lentamente. Pero la forma en que lo miraba, como si quisiera comérselo, y trataba ahora, sin delicadeza o cuidado, lo estaba calentando mucho.

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