Doctora: Jessie Copeland, neurocirujana extraordinarie
Paciente: Claude Malloche, terrorista internacional
Diagnóstico: Asesinato desalmado que padece un grave tumor cerebral
Pronóstico: Mortal... Pero,¿Para quien?SYLVAN MAYS, médico cirujano, se acabó frente a la ventana de su consultorio en un quinto piso y contemplaba la hermosa compañía, mientras las sombras del atardecer se alargaban sobre el río lowa. A los 50 años,su fortuna personal ascendía a más de 10 millones de dólares y se contaba entre los médicos cuyos ingresos continuaron aumentando pese al advenimiento de La era de la administración de los hospitales y clínicas. La decisión de quedarse en lowa había sido indudablemente acertada. Claro, tenía sus detractores. El éxito siempre arranca envidias. Mayz es demasiado emprendedor, aseguraban algunos, como un pez grande en un estanque pequeño.
"Y,¿Qué tiene eso de malo?, Se preguntaba él.
El flamante edificio de 7 pisos del MAYS Instituto Forma Neurológicas Surgery contribuye a dar renombre a la ciudad de lowa y captaba millones de dólares en subvenciones de investigación para la universidad. En esos momentos, su equipo de robótica estaba a punto de concluir una verdadera hazaña: el primer robot en miniatura aprobado por el federal Drug Administration para uso en neurocirugía. Ya se había presentado una solicitud preliminar. 6 meses, tal vez menos, y los pocos defectos aún tenía el sistema quedar ya arreglados.
Miró su reloj. Frederick Wilson llegaría en 5 minutos. Cómo ocurrió en su cita anterior, Wilson había insistido en ser el último paciente del día. Al principio, Mays estaba muy molesto por las exigencias de su nuevo paciente, pero,¡Qué mina de oro resultó ser! un cuarto de millón de dólares en efectivo por evaluar su caso. 4 veces más en cifra cuando se concluyera la cirugía, además de un cuantioso donativo al instituto. Wilson era el sueño de todo cirujano, salvo porque el tumor que tenía era grave, tan grave como pueden ser los los así llamados tumores benignos se trataba de un medio masivo de la base de la frente, de crecimiento gradual y cierta extensión, qué compañía sin cesar el tejido normal del cerebro. Las únicas opciones que le quedaban a Wilson eran la cirugía o una muerte lenta, pero inexorable.
Mays se hallaba seguro de que podría extirpar el tumor, aunque no sin causar cierto daño. Había extirpado más tumores como s que casi cualquier otro cirujano en el mundo, pero incluso para él, la operación era arriesgada. Wilson se presentó ante el impresionantemente bien informado y pregunto de manera específica por el sistema de robótica. En lugar de remitirlo a otro cirujano, Mays decidió comentarle que existía la posibilidad de utilizar el robot en el quirófano, pero no era seguro. De ningún modo era definitivo. ¿Acaso no fueron esas sus palabras textuales? Al principio, la exageración fue necesaria. Sin embargo, había llegado el momento de retractarse. Tenía que quitarle la idea Wilson de que la única forma de llegar al tumor era por medio de un robot.
Sylvan Mays se dirigió al escritorio y oprimió el botón de intercomunicación.
--¿Si, Syl?--preguntó Sandy, su secretaria.
Lo había llamado por su nombre de pila. La sala de espera tenía que estar vacía
-¿No ha llegado el señor Wilson?--inquirió él.
En ese momento, a través interfono, mays oyó Que la puerta externa de su consultorio se abría y se cerraba
--señor Wilson--saludo Sandy--. Es un placer volver a verlo.
Anunció la llegada de Wilson, Mays ocupa su lugar en el escritorio y respiró hondo.
Frederick Wilson entró corriendo al consultorio, llevaba un bastón en la mano derecha y un portafolios elegante de cuero negro en la izquierda. Lo colocó en el piso, estrecho la mano de Mays con entusiasmo y se sentó en uno de los dos sillones de caoba que estaban frente al escritorio. Iba vestido como la primera vez que visitó el consultorio: traje oscuro, corbata conservadora camisa blanca. El cabello espeso y entrecano estaba peinado hacia atrás, y lucian bien arreglados la barba y bigote canoso. Los ojos oscuros, y la mirada inteligente, estaban parcialmente pelados por los anteojos, armazón grueso, y cristales con un ligero tinte.
-- ¿Verifico usted el depósito?-- Wilson preguntó con un ligero acento, que sin que hizo pensar a mays que quizá era alemán o ruso.
- Si, en barclays Bank, Gran Caimán. A mi nombre. Sí. Sí, ya puede comprobarlo
-- Así no habrá problemas de impuestos para ninguno de los dos.
Excéntrico. Misterioso. Era evidente que se trataba de un hombre acaudalado y con clase; sin embargo, no tenía seguro de gastos médicos. Sólo transferencias electrónicas en efectivo. Mays tuvo que pasar la inspección en una entrevista que duró casi una hora.
Sin antecedentes, formación profesional, familia, intereses, experiencia específica con el tipo de tumor que aquejaba a Wilson y, por último, el estado que guardaba su investigación en robótica.
Mays sabía que se había desempeñado bien y no le sorprendió en lo más mínimo cuando Wilson llamó al día siguiente para informarle que le había depositado dinero en la Gran Caimán y para aceptarlo formalmente como su cirujano.
--Bien--dijo Wilson--, le entregue el anticipo por un servicio y usted ha decidido a prestarlo. Hablemos sobre las expectativas.
Mays se aclaró la garganta y miró a Wilson a los ojos con una expresión adusta. Era el momento de causar la impresión de un pesimismo cauto, Pero antes de que el cirujano pudiera pronunciar palabra, Wilson empezó a hablar:
--en virtud de la naturaleza benigna de mi tumor y la magnífica competencia y habilidad que me ha escrito, espera una cura total, ni más ni menos.¿Me explicó?
Mays sintió que un repentino escalofrío le recorría el cuerpo.
-Yo... Espero un resultado excelente, por supuesto, pero no puedo prometer nada. Ningún cirujano podría.
-- usted me aseguró que es el mejor del mundo en este tipo de cirugía. me explicó que su sistema de robótica era capaz de desviarse de la ruta normal del cráneo al tumor.
-- Dije Qué es potencia era capaz de eso, sí. Sin embargo, también le informe que nuestro proyecto de robótica se encuentra aún En fase experimental.
- Y aceptó mi dinero sin titubear.
--Entonces, quiero satisfacción total.
- Lo comprendo, No obstante...
-- Doctor Mays, escucha con atención. Deseo que tenga los resultados que me prometió. Para garantizar que haga su mejor trabajo, tengo gente vigilando a su esposa e hija. Cuando llegue el día de la operación, su familia será trasladada a un lugar que yo elegiré. En cuanto sepa que me encuentras algo y libre del tumor, le devolveré a su esposa e hija.
Sylvan Mays sintió como si estuvieran estrangulandolo. Wilson debía estar loco.
--Yo... No puedo estar de acuerdo--acertó a decir Mays--. No está comprobado un automóvil usado, señor Wilson. Hablamos de neurocirugía.
-Qué es precisamente la razón por la que busque al mejor entre los mejores, y usted aseguro ser tal persona. Las condiciones no son negociables, doctor Mays.
La camisa de Mays estaba empapada debajo de las axilas.
--Me niego rotundamente-- se las arregló para decir con bravuconería forzada--. Me niego a operarlo en estas circunstancias.
Búsqueda otro cirujano.
-Doctor Mays, estoy muy desilusionado nada de usted.
-- Me importa un comino que se sienta, Wilson.
No voy a permitir que me presioné de esta manera. Vamos, sea usted razonable. No hay nada seguro en la cirugía del cerebro. Nada es seguro en ninguna parte.
-Se equivoca, doctor. Hay algo que es muy seguro--Wilson abrió con toda calma su portafolio y sacó una pistola pesada que tenía puesto en silenciador largo. A punto desde el pecho y disparo.
Mays alcanzó a ver el destello en la boca del arma, pero nunca llegaría a apreciar la perfecta colocación del agujero abierto por la bala, exactamente equidistante entre el puente de la nariz y él nacimiento del cabello.
Frederick Wilson tomó su expediente y todo documento que hiciera alguna referencia a él y lo guardé en el portafolios. Limpio con cuidado los brazos del sillón y salió a la recepción caminando sin trazas de cojera. La recepcionista alzó la vista y le sonrió.
--¿Va a volver a ver al doctor Mays?--preguntó.
--No--se Wilson respondió sin acento. Sacó la pistola con silenciador detrás del portafolios y,disparando con aire casi defensivo desde la cadera colocó una bala en la frente de Sandy precisamente en el mismo lugar que en la de Mays. unos cuantos miles de dólares para el gerente del banco de las islas Gran Caimán lograría transferir de nuevo el cuarto de millón a su cuenta. Y eso concluiría su trato con sylvan Mays.
después de una última revisión para cerciorarse de haber eliminado toda huella de su presencia en el instituto, volvió a caminar con dificultad,cerró la puerta de entrada del consultorio trastes y y se alejó renqueando por el pasillo.*Empieza aburrido pero cuando se avanza se empieza con la duda, como en la vida, espero que les allá gustado, si fue a si, dejar su voto de favor, gracias*
ESTÁS LEYENDO
EL PACIENTE
RandomARTIE, un robot diminuto, está llamado a sorprender a la humanidad al ensanchar las fronteras de la tecnología médica. diseñado para desintegrar tumores cerebrales sin causar daño a los tejidos sanos, este dispositivo es el sueño de la neurocirujana...